domingo, 17 de noviembre de 2013

Capítulo 10: Resucitó


Annie seguía rodeando con sus brazos a Johnny, que seguía inconsciente, suplicaba y lloraba desconsoladamente por la vida de Johnny. Los minutos le parecieron horas mientras no llegó ayuda. Jack y Ritchie entraron en aquel garaje muy nerviosos.
- Tenemos que llamar a una ambulancia -dijo Annie-.
- No, si la llamamos, pueden los federales pueden pillar a Johnny -apuntó Ritchie-.
- Bien -comentó Jack-, Annie, ¿sabes dónde está el botiquín?
- Sí, en el baño, es mejor llamar a un médico...
Jack salió corriendo hacia el baño.
- Tranquila, cuando estás en una situación como la nuestra, escapando de la autoridad, en casa tienes provisiones de cualquier tipo de medicamento.
Jack volvió empuñando una jeringuilla de considerables dimensiones.
- Annie, sácale la jeringuilla del brazo a Johnny.
Ella obedeció, sacando aquella jeringuilla con sumo cuidado. Miró asustada a Jack.
- Ahora sácale la camiseta, vamos...
Ella hizo lo que le ordenaron, tumbando a Johnny en el suelo, Jack apalpó su pecho, buscando el corazón, cuando encontró lo que buscaba, hizo una marca con un rotulador que encontró cerca.
- Jack, ¿qué haces?
- ¿Has visto Pulp Fiction?
- Sí...
- ¿Recuerdas cuando Mia coge la sobredosis?
- Sí...
- Pues esto es lo mismo...
Acto seguido, empuñando la jeringuilla con las dos manos, la clavó en el pecho de Johnny. Él, instantáneamente, abrió los ojos y su boca, intentando respirar. Annie, Jack y Ritchie sujetaron a Johnny y forcejearon un poco hasta tumbarlo. Pasaron varios minutos mientras él no se tranquilizó un poco. Cuando su respiración y sus reacciones parecían haberse tranquilizado, nadie se atrevía a romper el silencio, todos tenían la sensación de haber visto como un muerto regresaba a la vida.
- ¿Qué ha pasado?
Annie se acercó a él, intentó acariciar su cara, pero Johnny la apartó de un manotazo.
- Tú, ni te me acerques.
- Johnny... yo...
- ¡Fuera!
- Johnny no seas cabrón -comentó Ritchie-.
- ¡Échala! ¡Es una orden!
Annie no dejaba de llorar desde el momento en que le dio aquel manotazo. Ritchie alzó a Annie tomándola por las axilas. Mientras la sacaba del garaje por el garaje hacia el interior de la casa ella no cesaba de gritar.
- ¡Johnny! Por favor...
- ¡Dios! Es que no se callará nunca esa mujer...
Ritchie cerró la puerta, Annie se despidió con la mano. Él le agarró un brazo, al girarse, él empezó a hablarle.
- No te vayas.
- ¡Si me ha echado!
- No, está nervioso, y tiene demasiado orgullo como para hablar contigo. Tu espera aquí, en el salón, vuelvo al garaje a ver si soy capaz de hacer que cambie de idea. Pase lo que pase, tu quédate. Si te intenta echar, imponte.
- Gracias.
Mientras Ritchie salía del salón, Annie se había sentado en el sofá. Los nervios hicieron que a los pocos segundos se levantase y empezase a observar aquella habitación. Sobre una estantería, en un pequeño marco de color verde, había una foto. Eran ellos, Johnny rodeando a Annie con su brazos, sonriendo. la foto estaba intacta, a Annie se le abría así una pequeña luz de esperanza. Se imaginaba que él hubiese destrozado las fotos, para ella, ello significaba que él no la odiaba.
Mientras tanto, Jack y Ritchie atendían a Johnny en el garaje. Cuando Ritchie llegó, Johnny lo miró.
- ¿La has echado?
- No, está en el salón, tendrás que hablar con ella.
- Paso. ¿Ya ha llegado el depósito de la Bonneville? Lo necesitaba para la moto...
- No cambies de tema -dijo Jack-. Sabemos que la necesitas.
- ¡Joder! Todos estáis en mi contra... Hablaré con ella, si os hace felices...
- No te engañes a ti mismo -dijo Ritchie-. Esta noche se quedará aquí, necesitas que te cuiden.
- Ni que fuera un bebé...
Johnny se levantó, Jack extendió su mano, ayudándole a levantarse.
- ¿Recuerdas quién te hizo esto?
- Sí tío, fue un Ace. Llevaba aún el parche de prospect. Era moreno, con perilla. No recuerdo nada más.
- No te preocupes, ya lo localizaremos...
- Perfecto, pero dejádmelo a mí, yo le daré su merecido... Intentar matarme como si fuese un puto yonki...
Johnny dijo esa frase con una sonrisa en su boca.
- Bueno, nosotros nos vamos, Ritchie, dile a Annie que entre.
Él obedeció, Annie estaba mirando una foto de su padre y del padre Johnny en Vietnam.
- Annie, entra, nosotros nos vamos.
- Vale, gracias.
Ella atravesó la puerta con paso rápido, al ver a Johnny de pie intentó acercarse a él para darle un beso. Johnny volvió a apartarla.
- No te confíes, que ellos me dijeran que te diese una segunda oportunidad no significa que te haya perdonado. Es mejor que te vayas...
Tras soltar esa frase al aire, le dio la espalda a Annie. Sin embargo, su voz hizo que Johnny se detuviese.
- No pienso irme, Johnny.
Él se dio la vuelta, por un instante, notó que su autoridad estaba siendo cuestionada de manera sistemática aquel día.
- Perfecto. Para mí será mejor ignorarte.
- Prefiero que me ignores a no poder verte.
- Deja de tocar el violín y empieza a estudiar interpretación, serías una actriz de puta madre...
- No estoy actuando Johnny...
Se produjo un breve silencio, roto por el sonido de dos Harley-Davidson que se alejaban de aquella casa.
Johnny miró a Annie a los ojos, brillaban. Por un segundo, pensó que ella volvería a llorar, casi lo deseaba, pero Annie mantenía su mirada con semblante serio.
- Ya que te quedas, tienes comida en la nevera, haz lo que quieras para cenar.
- ¿Qué te apetece cenar a ti?
- No he dicho que vaya a cenar contigo.
- Trátame todo lo mal que quieras, insúltame, pégame... lo que quieras, pero no me iré de aquí hasta que hayamos hecho las paces. No vas a verme llorar por ti.
- Tampoco te lo he pedido.
Johnny se dio la vuelta, con un gesto de desprecio hacia ella. 
Entró en la cocina, ella entró detrás, Johnny cogió unas lonchas de embutido y las metió entre dos lonchas de pan de molde. Ella se quedó mirando.
- Me voy a mi habitación. Tienes el sofá todo para ti.
- Buenas noches -dijo Annie con una gran sonrisa-.
- ¡No te jode! -masculló Johnny entre dientes-.
A medida que pasaban las horas, Johnny era incapaz de conciliar el sueño. El tiempo había empeorado, hacía un poco de frío. No sabía cómo, pero sentía que debía bajar al salón. Tomó una manta del armario y bajó hacia el salón. Annie estaba dormida, temblaba por el frío. No pudo sentir un poco de piedad hacia ella. Extendió la manta y la tapó. No pudo evitar tocar su piel, estaba muy fría. Volvió a subir a su cuarto, pero le fue imposible dormir.
A la mañana siguiente, Annie se despertó sorprendida por estar cubierta con aquella manta. Cuando Johnny bajó, ella sonrió.
- Buenos días, ¿qué tal has dormido?
- No es asunto tuyo.
- Eres un hueso duro de roer, pero acabaré conquistándote...
- ¿No tienes que ir a trabajar o algo de eso?
- No, me quedo aquí toda la mañana, hoy libro.
- Joder, todo el puto día vigilándome, tenía más libertad en la cárcel...
Annie no pudo evitar reirse, el gesto de Johnny con ella era menos tenso.
Johnny hizo una llamada a Jack.
- Tío, hoy no voy al taller, me quedo en casa.
- ¿Qué tal con Annie?
- Sigue por aquí...
- Habla con ella, anda.
- Ya veremos. ¿Sabes algo de quién me atacó?
- Sí, a la noche me paso por tu casa y lo hablamos.
- Perfecto.
Tras colgar, Johnny se puso a trabajar en la moto. Estaba trabajando agachado, necesitaba una de las llaves fijas, intentaba alcanzarla, pero para no apartar la mirada de la moto, lo hacía a ciegas. Cuando tuvo la llave en su mano, se giró para verla. Vio unos dedos de mujer, con las uñas pintadas en un tono rojo oscuro, casi granate. Annie le había acercado la llave.
- Gracias.
- De nada.
- ¿No vas a rendirte, no?
- No...
Johnny lanzó la llave al suelo, se levantó y miró a Annie.
- Eres muy perseverante, ¿sabes? Eso me gusta.
- Yo sólo quiero pedirte perdón. Si te he perdido, quiero que sepas que aquí estaré, para lo que necesites.
- ¿A quién pretendo engañar? Durante estos días sólo he pensado en tí, la vida no tenía sentido si tú no estabas, ni siquiera la muerte tendría sentido...
- Johnny ¿qué tonterías dices?
- No lo sé, da igual, sólo quiero que confíes en mí. sé que ya he es demasiado tarde para pedirte disculpas, pero me pareció mal que no hayas confiado en mí.
Annie se acercó a Johnny, se puso de puntillas y le rodeó el cuello. Ella esperaba que volviera a rechazarla, pero la abrazó con fuerza y la besó. Johnny la miró a los ojos.
- Annie, prométeme una cosa.
- Dime.
- La primera, ¿confías en mí?
- Sí.
- Perfecto, ¡cómo te echaba de menos! Sólo te pediré otra cosa, ámame cuando menos lo merezca...
- Porque serás cuando más lo necesites -interrumpió Annie-. Estaré aquí siempre Johnny, soy incapaz de amar a otro hombre.
- Vaya, has dicho que no llorarías, y lo estás haciendo...
Ella volvió a besar a Johnny.
Aquel día hizo a Johnny replanterse muchas cosas. El mal tiempo ayudó a que los recién reconciliados mantuviesen una larguísima conversación.
Llegada la noche, Jack vino a ver a Johnny sobre las doce, se alegró enormemente por la reconciliación. Ambos subieron a sus motos, Annie salió al porche de la casa.
- Johnny, no vuelvas muy tarde, parece que va a volver a llover.
- No te preocupes, debajo del chaleco llevo una sudadera con capucha.
Arrancó su moto y tomaron rumbo hacia las afueras, en un cruce los esperaba Ritchie, los tres anduvieron unos cinco minutos hasta una casa. 
Había empezado a llover, era tiempo tormentoso, los relámpagos y los truenos eran cada vez más fuertes, Johnny se colocó su capucha. Debía haber una fiesta, por que la música sonaba muy alto.
Johnny llamó a la puerta, abrió la misma persona que había intentado matarlo. La visión de Johnny con la tormenta de fondo, con la mirada fija, casi cubierta por la capucha, hizo que el hombre dijese un "mierda" segundos antes de que un puñetazo lo derribase.

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