domingo, 17 de noviembre de 2013

Capítulo 10: Resucitó


Annie seguía rodeando con sus brazos a Johnny, que seguía inconsciente, suplicaba y lloraba desconsoladamente por la vida de Johnny. Los minutos le parecieron horas mientras no llegó ayuda. Jack y Ritchie entraron en aquel garaje muy nerviosos.
- Tenemos que llamar a una ambulancia -dijo Annie-.
- No, si la llamamos, pueden los federales pueden pillar a Johnny -apuntó Ritchie-.
- Bien -comentó Jack-, Annie, ¿sabes dónde está el botiquín?
- Sí, en el baño, es mejor llamar a un médico...
Jack salió corriendo hacia el baño.
- Tranquila, cuando estás en una situación como la nuestra, escapando de la autoridad, en casa tienes provisiones de cualquier tipo de medicamento.
Jack volvió empuñando una jeringuilla de considerables dimensiones.
- Annie, sácale la jeringuilla del brazo a Johnny.
Ella obedeció, sacando aquella jeringuilla con sumo cuidado. Miró asustada a Jack.
- Ahora sácale la camiseta, vamos...
Ella hizo lo que le ordenaron, tumbando a Johnny en el suelo, Jack apalpó su pecho, buscando el corazón, cuando encontró lo que buscaba, hizo una marca con un rotulador que encontró cerca.
- Jack, ¿qué haces?
- ¿Has visto Pulp Fiction?
- Sí...
- ¿Recuerdas cuando Mia coge la sobredosis?
- Sí...
- Pues esto es lo mismo...
Acto seguido, empuñando la jeringuilla con las dos manos, la clavó en el pecho de Johnny. Él, instantáneamente, abrió los ojos y su boca, intentando respirar. Annie, Jack y Ritchie sujetaron a Johnny y forcejearon un poco hasta tumbarlo. Pasaron varios minutos mientras él no se tranquilizó un poco. Cuando su respiración y sus reacciones parecían haberse tranquilizado, nadie se atrevía a romper el silencio, todos tenían la sensación de haber visto como un muerto regresaba a la vida.
- ¿Qué ha pasado?
Annie se acercó a él, intentó acariciar su cara, pero Johnny la apartó de un manotazo.
- Tú, ni te me acerques.
- Johnny... yo...
- ¡Fuera!
- Johnny no seas cabrón -comentó Ritchie-.
- ¡Échala! ¡Es una orden!
Annie no dejaba de llorar desde el momento en que le dio aquel manotazo. Ritchie alzó a Annie tomándola por las axilas. Mientras la sacaba del garaje por el garaje hacia el interior de la casa ella no cesaba de gritar.
- ¡Johnny! Por favor...
- ¡Dios! Es que no se callará nunca esa mujer...
Ritchie cerró la puerta, Annie se despidió con la mano. Él le agarró un brazo, al girarse, él empezó a hablarle.
- No te vayas.
- ¡Si me ha echado!
- No, está nervioso, y tiene demasiado orgullo como para hablar contigo. Tu espera aquí, en el salón, vuelvo al garaje a ver si soy capaz de hacer que cambie de idea. Pase lo que pase, tu quédate. Si te intenta echar, imponte.
- Gracias.
Mientras Ritchie salía del salón, Annie se había sentado en el sofá. Los nervios hicieron que a los pocos segundos se levantase y empezase a observar aquella habitación. Sobre una estantería, en un pequeño marco de color verde, había una foto. Eran ellos, Johnny rodeando a Annie con su brazos, sonriendo. la foto estaba intacta, a Annie se le abría así una pequeña luz de esperanza. Se imaginaba que él hubiese destrozado las fotos, para ella, ello significaba que él no la odiaba.
Mientras tanto, Jack y Ritchie atendían a Johnny en el garaje. Cuando Ritchie llegó, Johnny lo miró.
- ¿La has echado?
- No, está en el salón, tendrás que hablar con ella.
- Paso. ¿Ya ha llegado el depósito de la Bonneville? Lo necesitaba para la moto...
- No cambies de tema -dijo Jack-. Sabemos que la necesitas.
- ¡Joder! Todos estáis en mi contra... Hablaré con ella, si os hace felices...
- No te engañes a ti mismo -dijo Ritchie-. Esta noche se quedará aquí, necesitas que te cuiden.
- Ni que fuera un bebé...
Johnny se levantó, Jack extendió su mano, ayudándole a levantarse.
- ¿Recuerdas quién te hizo esto?
- Sí tío, fue un Ace. Llevaba aún el parche de prospect. Era moreno, con perilla. No recuerdo nada más.
- No te preocupes, ya lo localizaremos...
- Perfecto, pero dejádmelo a mí, yo le daré su merecido... Intentar matarme como si fuese un puto yonki...
Johnny dijo esa frase con una sonrisa en su boca.
- Bueno, nosotros nos vamos, Ritchie, dile a Annie que entre.
Él obedeció, Annie estaba mirando una foto de su padre y del padre Johnny en Vietnam.
- Annie, entra, nosotros nos vamos.
- Vale, gracias.
Ella atravesó la puerta con paso rápido, al ver a Johnny de pie intentó acercarse a él para darle un beso. Johnny volvió a apartarla.
- No te confíes, que ellos me dijeran que te diese una segunda oportunidad no significa que te haya perdonado. Es mejor que te vayas...
Tras soltar esa frase al aire, le dio la espalda a Annie. Sin embargo, su voz hizo que Johnny se detuviese.
- No pienso irme, Johnny.
Él se dio la vuelta, por un instante, notó que su autoridad estaba siendo cuestionada de manera sistemática aquel día.
- Perfecto. Para mí será mejor ignorarte.
- Prefiero que me ignores a no poder verte.
- Deja de tocar el violín y empieza a estudiar interpretación, serías una actriz de puta madre...
- No estoy actuando Johnny...
Se produjo un breve silencio, roto por el sonido de dos Harley-Davidson que se alejaban de aquella casa.
Johnny miró a Annie a los ojos, brillaban. Por un segundo, pensó que ella volvería a llorar, casi lo deseaba, pero Annie mantenía su mirada con semblante serio.
- Ya que te quedas, tienes comida en la nevera, haz lo que quieras para cenar.
- ¿Qué te apetece cenar a ti?
- No he dicho que vaya a cenar contigo.
- Trátame todo lo mal que quieras, insúltame, pégame... lo que quieras, pero no me iré de aquí hasta que hayamos hecho las paces. No vas a verme llorar por ti.
- Tampoco te lo he pedido.
Johnny se dio la vuelta, con un gesto de desprecio hacia ella. 
Entró en la cocina, ella entró detrás, Johnny cogió unas lonchas de embutido y las metió entre dos lonchas de pan de molde. Ella se quedó mirando.
- Me voy a mi habitación. Tienes el sofá todo para ti.
- Buenas noches -dijo Annie con una gran sonrisa-.
- ¡No te jode! -masculló Johnny entre dientes-.
A medida que pasaban las horas, Johnny era incapaz de conciliar el sueño. El tiempo había empeorado, hacía un poco de frío. No sabía cómo, pero sentía que debía bajar al salón. Tomó una manta del armario y bajó hacia el salón. Annie estaba dormida, temblaba por el frío. No pudo sentir un poco de piedad hacia ella. Extendió la manta y la tapó. No pudo evitar tocar su piel, estaba muy fría. Volvió a subir a su cuarto, pero le fue imposible dormir.
A la mañana siguiente, Annie se despertó sorprendida por estar cubierta con aquella manta. Cuando Johnny bajó, ella sonrió.
- Buenos días, ¿qué tal has dormido?
- No es asunto tuyo.
- Eres un hueso duro de roer, pero acabaré conquistándote...
- ¿No tienes que ir a trabajar o algo de eso?
- No, me quedo aquí toda la mañana, hoy libro.
- Joder, todo el puto día vigilándome, tenía más libertad en la cárcel...
Annie no pudo evitar reirse, el gesto de Johnny con ella era menos tenso.
Johnny hizo una llamada a Jack.
- Tío, hoy no voy al taller, me quedo en casa.
- ¿Qué tal con Annie?
- Sigue por aquí...
- Habla con ella, anda.
- Ya veremos. ¿Sabes algo de quién me atacó?
- Sí, a la noche me paso por tu casa y lo hablamos.
- Perfecto.
Tras colgar, Johnny se puso a trabajar en la moto. Estaba trabajando agachado, necesitaba una de las llaves fijas, intentaba alcanzarla, pero para no apartar la mirada de la moto, lo hacía a ciegas. Cuando tuvo la llave en su mano, se giró para verla. Vio unos dedos de mujer, con las uñas pintadas en un tono rojo oscuro, casi granate. Annie le había acercado la llave.
- Gracias.
- De nada.
- ¿No vas a rendirte, no?
- No...
Johnny lanzó la llave al suelo, se levantó y miró a Annie.
- Eres muy perseverante, ¿sabes? Eso me gusta.
- Yo sólo quiero pedirte perdón. Si te he perdido, quiero que sepas que aquí estaré, para lo que necesites.
- ¿A quién pretendo engañar? Durante estos días sólo he pensado en tí, la vida no tenía sentido si tú no estabas, ni siquiera la muerte tendría sentido...
- Johnny ¿qué tonterías dices?
- No lo sé, da igual, sólo quiero que confíes en mí. sé que ya he es demasiado tarde para pedirte disculpas, pero me pareció mal que no hayas confiado en mí.
Annie se acercó a Johnny, se puso de puntillas y le rodeó el cuello. Ella esperaba que volviera a rechazarla, pero la abrazó con fuerza y la besó. Johnny la miró a los ojos.
- Annie, prométeme una cosa.
- Dime.
- La primera, ¿confías en mí?
- Sí.
- Perfecto, ¡cómo te echaba de menos! Sólo te pediré otra cosa, ámame cuando menos lo merezca...
- Porque serás cuando más lo necesites -interrumpió Annie-. Estaré aquí siempre Johnny, soy incapaz de amar a otro hombre.
- Vaya, has dicho que no llorarías, y lo estás haciendo...
Ella volvió a besar a Johnny.
Aquel día hizo a Johnny replanterse muchas cosas. El mal tiempo ayudó a que los recién reconciliados mantuviesen una larguísima conversación.
Llegada la noche, Jack vino a ver a Johnny sobre las doce, se alegró enormemente por la reconciliación. Ambos subieron a sus motos, Annie salió al porche de la casa.
- Johnny, no vuelvas muy tarde, parece que va a volver a llover.
- No te preocupes, debajo del chaleco llevo una sudadera con capucha.
Arrancó su moto y tomaron rumbo hacia las afueras, en un cruce los esperaba Ritchie, los tres anduvieron unos cinco minutos hasta una casa. 
Había empezado a llover, era tiempo tormentoso, los relámpagos y los truenos eran cada vez más fuertes, Johnny se colocó su capucha. Debía haber una fiesta, por que la música sonaba muy alto.
Johnny llamó a la puerta, abrió la misma persona que había intentado matarlo. La visión de Johnny con la tormenta de fondo, con la mirada fija, casi cubierta por la capucha, hizo que el hombre dijese un "mierda" segundos antes de que un puñetazo lo derribase.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Capítulo 9: Una tragedia americana

Johnny se quedó paralizado, viendo como Annie corría calle abajo. Ella se montó en un Honda Civic blanco, de los ochenta. Era el coche de Beth, su mejor amiga. El coche arrancó no muy rápido. Johnny miró aquella escena confuso, era una situación desconocida para él. 
Se subió en su moto, muy enfadado, para un Spartan una promesa lo era todo, si daba su palabra, no la rompería. Si Annie no confiaba en él, para Johnny, esa relación no tendría futuro.
Dejó la recaudación en la sede del MC. Abrió la puerta de una fuerte patada, Jack salió a mirar.
- Johnny, ¿ha pasado algo?
- Mete el hocico en tus putos negocios, déjame en paz.
Jack conocía a Johnny desde siempre, si Johnny estaba de malas, mejor dejarlo a su aire. Johnny dejó el bar y volvió a su casa.
Mientras tanto, en la casa de Beth, se tejía otra tragedia, Annie se deshacía en llantos en bazos de su amiga. Entre sollozos, lograba balbucear algunas palabras.
- Lo ves Beth, me engañaba... además con una stripper...
- Annie, tranquila, seguro que es un malentendido.
- ¡NO! Para él no fui más que un trozo de carne, pensaba que me engañaba con esa fresca de Kayden...¡quiero morirme!
- Annie, mi padre también fue de los Spartans, ese club es de ellos.
- No, Johnny me engaña, ¿acaso no lo viste?
- Sólo estaba hablando con una stripper, vale, ver a tu novio en un club de striptease no es lo más agradable del mundo, pero ya sabes cuales son los negocios de los Spartans. Deberías conocer a Johnny mejor que yo pero...
- ¡Cállate! -interrumpió Annie- Johnny piensa que todo el mundo tiene un precio, utiliza a la gente, y cuando ya no le hace falta, mira lo que hace...
- Annie, relájate, estás muy nerviosa y no sabes lo que dices...
- Sí que lo sé...
Mientras Annie, hecha un valle lágrimas, lloraba en casa de Beth, Johnny acababa de entrar en su casa. Se dirigió al garaje. Allí, al lado del viejo Chevelle SS, estaba la moto en la que estaba trabajando. Cogió sus herramientas, empezando a trabajar en ella. Así podría despejarse, olvidar por unos segundos a Annie. Imposible. Estuve durante más de una hora trabajando, era incapaz de olvidarla. Siempre ponía la radio, para evitar que el trabajo fuese más pesado, sin embargo, la emisora parecía estar en su contra, sonaba una de las canciones favoritas de Annie.
Johnny, cogió con violencia aquella radio, y la estampó contra el suelo, le propinó varias patadas, desintegrándola. Una sombra apareció por la puerta del garaje. Era Jack.
- Veo que sigues en forma, Johnny.
- Vete a reir de tu puta madre, ¿quieres?
- Un respeto, ¿no? 
- Perdona tío, pasa, píllate unas birras o algo.
- No, antes hablemos tú y yo. ¿Qué ha pasado?
- Annie me ha dejado.
- No jodas...
- Sí, me ha visto hablando con Candy en el Pink Flamingo, piensa que la he engañado...
- Bueno, mañana en el LeRoy's podéis hablar...
- Paso, si no confía en mí, paso...
- Johnny, llevas toda tu vida enamorado de esa chica, no te engañes a ti mismo... Si necesitas ayuda, Andrea podrá ayudarte...
- La única ayuda que necesito es una buena botella de bourbon o whisky... Jack,hay algo que quiero enseñarte, sígueme.
Jack siguió a Johnny hacia el jardín trasero de la casa. allí, habitualmente solían realizar las barbacoas. Había un cobertizo de madera, enfrentado a la pequeña puerta trasera del garaje. Johnny sacó una llave de su bolsillo y la introdujo en el candado que cerraba la puerta. Deslizó aquella puerta de madera. Johnny entró, haciendo un gesto a Jack para que lo siguiera. Los ojos de Jack casi se salen de las órbitas al ver aquello.
- Bueno Jack, te presento mi colección secreta.
- Dios mío...
Ante sus ojos aparecían varias motos antiguas, un poco apretadas, pero todas en perfecto estado. Una Matchless G50, una AJS de 350 centímetros cúbicos, una HRD Vincent "Black shadow", una Norton Manx, una Harley- Davidson de los 50 y, la más recordada por Jack y Johnny, la chopper del padre de Johnny.
- Las inglesas las trajo mi abuelo de allí, ya sabes que estuvo en Inglaterra durante la Segunda Guerra mundial, allá hizo muchos amigos, gracias a los cuales pudo conseguirlas. Las Harley, nada puedo decirte que no sepas.
- Una "Black shadow", del 49... la moto más rápida del mundo en su tiempo, sólo la había visto en revistas...
- Mi abuelo compitió en ella. Era súper rápida, tanto que hasta le prohibieron la entrada en varios circuitos... De ver a mi abuelo y a mi padre con esas máquinas, me vino a mi la pasión por las motos.
Se pasaron varias horas observando aquellas reliquias, hasta que Jack tuvo que irse.
Al día siguiente, Johnny llegó tarde a trabajar, con signos de resaca. A la hora de comer, declinó ir al LeRoy's, con la escusa de recuperar el tiempo perdido, pidió a los chicos que le trajeran la comida. Al ver llegar a los Spartans, Annie salió corriendo para atenderlos, con la esperanza de que Johnny estuviese allí. Tras darle muchas vueltas, había comprendido que lo mejor sería hablar las cosas.
- Hola chicos, ¿qué os apetece?
Al ver que no estaba Johnny, no pudo evitar torcer un poco la sonrisa. atendió y recogió el pedido. Aún estaba en la barra, cuando Jack se acercó a ella.
- Annie, ¿podemos hablar?
- Sí, claro. Vamos fuera.
Ambos salieron hacia el callejón al que da la puerta trasera.
- ¿Por qué no ha venido Johnny?
- Dijo que tenía mucho trabajo pendiente, pero ha estado bebiendo, vino al trabajo de resaca... Para qué voy a mentirte Annie, está mal.
- Me encantaría hablar con él, pero tengo miedo.
- Conozco a Johnny desde hace mucho, de buenas a primeras no te perdonará -al decir esto, Annie empezó a llorar-. Johnny se sintió traicionado, piensa que no confías en él...
- Yo lo vi hablando con aquella stripper... no sabía que ese local fuese vuestro...
- Mira, entre Johnny y Candy, la stripper, no hay nada. Ella nos está ayudando en un asunto, no puedo decirte de qué va todo esto, pero entre ellos no hay nada. Mira, Johnny lleva toda su vida enamorado de ti. Nunca quiso estar con otra que no fueses tú.
- ¿Qué hago, Jack?
- ¿Le quieres?
- ¡Por supuesto! Ni te imaginas como lo echo en falta.
- No lo dudo, lo mejor es que vayas a hablar con él. Te advierto que la reacción de Johnny no puede ser buena, no sé, a lo mejor te contesta mal de primeras. Se hará el duro, pero en el fondo, le encantará que vayas.
- Creo que iré está noche, lo estoy deseando, ¡gracias Jack!
Ella se despidió dando un beso en la mejilla a Jack. Annie volvió al interior del restaurante, estaba deseando acabar de trabajar para volver a ver a Johnny.
El día de Johnny fue bastante más gris y anodino. Se dedicó a completar alguna de las motos que quedaban por rematar en el taller y nada más. Al anochecer volvió a su casa, dando un largo rodeo. Montado en su moto, con el ronroneo de su bicilíndrico de 96 pulgadas cúbicas, el aire cálido que sentía en la cara, era relajante.
Al llegar a su casa, entró en el salón, aún estaba allí el estuche del violín de Annie, loa carició con nostalgia mientras movía la cabeza de lado a lado. Cogió una botella de whisky, miró el logotipo de la botella, era Jack Daniel's y caminó hacia el garaje. Observó la moto en la que estaba trabajando. Ya había instalado el motor en el cuadro tipo "Hydra", quería hacer una moto estilo años 50, un poco chopper, un poco bobber y un poco café racer, con un estilo único. Antes de empezar a vendar los escapes con tiras anticalóricas, abrió la botella de whisky mientras se decía a sí mismo "tú nunca me abandonarás", para después dar un largo trago.

Mientras tanto, Annie se arreglaba en casa de Beth. Era el gran día para ella.
- Bueno Annie, sé dulce con Johnny, en esta llevas todas las de perder.
- No te preocupes, presiento que todo va a salir bien.
Ella salió sonriente hacia la casa de Johnny. Mientras caminaba, no dejaba de mirar su vestido, lo compró especialmente para la ocasión. Los tacones la lastimaban, pero todo le daba igual. Era su noche.
Al llegar a casa de Johnny, vio como un hombre salía corriendo, encapuchado, al pasar al lado de Annie, la empujo, no consiguió tirarla, pero sí desequilibrarla. Aquello le parecía raro, cruzó la puerta, que estaba abierta, no pudo ver a Johnny.
- ¡Hola, Johnny! ¿estás ahí?
Caminó hacia el garaje, pensando que él, reconociendo su voz, se haría el sueco. Pero la escena que contempló allí le hizo hervir la sangre. Johnny estaba tirado en el suelo. Annie se acercó muy nerviosa, había un pequeño charco de sangre tras su cabeza, pero lo más sorprende era que echaba una espuma asquerosa y blanquecina por la boca, al fijarse más, vio una jeringuilla colgando de su brazo. Annie sacó su teléfono y llamó a Jack.
- Jack, necesito ayuda, ¡Johnny tiene una sobredosis! Ven Ya ¡Por favor!
- ¡Qué! Voy ya.
Annie se agachó y tomó a Johnny en sus brazos, como si fuese la imagén de la Piedad de Miguel Ángel, intentaba tomarle el pulso.
- Vamos cariño, reacciona, vamos. Johnny, mi amor, estoy aquí, dime algo...
Su respuesta fue el silencio. Desesperada, no pudo hacer otra cosa que gritar desgarradoramente:
- ¡Johnny! ¡Johnny! ¡¡¡JOHNNY!!! 



jueves, 24 de octubre de 2013

Capítulo 8: Un hombre sin piedad

Tan pronto como acabó el entierro, los Spartans volvieron al bar, allí reunidos, hicieron otra de sus tradiciones cuando uno de los miembros había fallecido: beber whisky. Un método relativamente efectivo para ahogar las penas. Johnny separó a sus dos hombres de confianza, Jack y Ritchie, y se separaron del grupo.
- Creo que ya es hora de ascender a Sam a miembro...
- Es cierto, lo ha hecho muy bien, ya lleva año y medio en la banda, conducta intachable...me parece perfecto -dijo Jack-.
- Ahora vamos ir por Sterling, ese hijoputa ha matado a Tommy. Coged las pipas que salimos ahora -dijo Johnny-.
Ambos asintieron y, acto seguido, salieron del bar hacia sus motos. Salieron hacia el sur, hacia el barrio donde vivía Sterling. Cuando llegaron, dejaron las motos en un callejón cercano, procurando que no los oyesen llegar. Se escondieron detrás de uno de los muros de la casa, en una esquina, asó podrían vigilar la entrada principal de la casa. Pudieron oír el ruido de una puerta que se abría, era él se dirigía a su coche, aparcado en frente a la casa. Johnny salió de su escondite con paso rápido. 
- ¡Sterling! -gritó Johnny-.
Cuando él se giró, Johnny disparó tres veces sobre Sterling. Cayó fulminado al suelo, Jack y Ritchie entraron en la casa, para vigilar si había alguien. Mientras tanto, Johnny sacó su teléfono, sacó una foto al cadáver de Sterling y se la mandó a la sheriff Faulkner.
Ella recibió con una mezcla de asco y nerviosismo aquella foto, podría ser el fin o el inicio de sus problemas. Contestó a Johnny con un SMS, quería verlo a la noche siguiente, en el aparcamiento de Staunton Beach, a las once.
Los chicos salieron diciendo que no había nadie en la casa. Se fueron de allí corriendo, tomaron sus motos y fueron al LeRoy's Diner a cenar. Annie atendió a los Spartans, cuando les puso la comida en la mesa, se sentó junto a Johnny.
- Parece cansada, Annie.
- Sí, últimamente no sé que me pasa, estoy súper cansada, bah, se me pasará...
- Ve al médico, mujer -replicó la señora Roberts a través de la puerta de la cocina-.
- Johnny, ¿qué vas a hacer esta noche?
- Nada, estaré en casa con la moto que estoy armando en el garaje. Antes volveré con los chicos al bar, pasaré a recogerte.
- Perfecto.
Se despidieron con un beso. Los tres se montaron en sus motos y pusieron rumbo al bar del MC. Allí Johnny reunió a sus hordas en el salón de reuniones. 
- Os he reunido para comunicaros una cosa, Sam acércate.
Sam se acercó, entonces Johnny puso su mano sobre su hombro y continuó hablando.
- Sam ha hecho mucho por nuestro club, lo ha dado todo, jugándose la vida por un un compañero que, por desgracia, ha caído y nos ha dejado. Sam, ya eres miembro de los Spartans, saca el parche de Prospect, te hago entrega de los parches oficiales del grupo. ¿Juras aceptar ser miembro del MC?
- Lo juro.
- ¿Juras aceptar las normas del MC?
- Lo juro.
- Bienvenido. 
Johnny le dio un fuerte abrazo a Sam. No hubo fiesta ninguna, así que los Spartans volvieron a sus casas. 
Johnny recogió a Annie del trabajo. Volvieron a casa, Annie estaba duchándose mientras Johnny trabajaba en la moto que tenía en el garaje. Cuando ella acabó de ducharse entró en el garaje para avisarle. Cuando ya se habían acostado, Annie empezó a hablar.
- Johnny, hoy en el restaurante entró una mujer preguntando sobre cosas de los Spartans. Dije que no conocía a ninguno, y LeRoy la echó de allí.
- Mejor, ¿cómo era?
- Joven, de pelo castaño, parecía una periodista...
Johnny fingió no no darle importancia, pero aquello tenía pinta de ser grave.
Al día siguiente, no pasó nada importante hasta la reunión con Dawn Faulkner, Johnny llegó puntual a la cita, la sheriff ya estaba allí.
- Johnny, tenemos problemas...
- Los tendrás tú.
- ¡Joder! Te cargas a Sterling, me has sacado de un apuro, sí, ¿pero si investigan y me pillan?
O si descubren que estoy vendida...
- Tranquila, ya no tendrás problemas con Asuntos Internos, y no tengas problemas con los periodistas, déjamelo todo a mí.
- ¿Qué periodistas?
- Últimamente anda una periodista por aquí, anda investigando a los Spartans.
- ¡Dios! Si me descubre estoy perdida, y si sabe algo de ti...
Te estoy ayudando a salvar Fairmont de la escoria de los Aces, deberías estar agradecida. Si me cogen a mí, ten clara una cosa, te arrastraré en mi caída. 
Aquella sentencia amenazante de Johnny finalizó la reunión. Un nudo en la garganta de Dawn hizo imposible cualquier respuesta, Johnny sabía cómo intimidarla. Johnny se montó en su Harley, aún era pronto, así que aprovecharía para pasar por el bar del MC.
Cuando llegó, Ritchie salía apurado por la puerta.
- Joder Johnny, menos mal que has llegado, íbamos a llamarte ahora. Acabamos de coger a la periodista que andaba tocando los cojones...
- Vamos, ¡deprisa!
- La hemos visto espiando desde un coche, tenía una cámara, llevaba mucho tiempo parada ahí, me pareció sospechoso y la pillamos, está encerrada en el sótano, en el almacén.
Cuando llegaron al sótano, abrieron la puerta del almacén, la periodista, al ver a Johnny, intentó refugiarse en una esquina de la habitación.
- Vaya, volvemos a vernos Kate...
- No me hagáis nada. ¡Por favor!
- Parece que no te quedó claro nuestro anterior encuentro. ¿Qué parte de "no vuelvas por aquí" fue la que no entendiste?
- Estoy investigando la guerra de bandas que habéis iniciado con los Aces, así el precio del terreno baja, y Carrington puede llevar a cabo la construcción de su proyecto.
- No tienes ni puta idea de lo que estás hablando, ni puta idea. Esa guerra la han empezado los Aces, no nosotros.
- Claro... cómo que también es mentira que no violaste a aquella camarera en Los Ángeles, ¿no?
Johnny se enfureció, chasqueó los dedos, Jack y Ritchie entendieron la señal, agarraron a Kate y la pusieron sobre la mesa de manera violenta. Johnny sacó su navaja, la abrió y la puso sobre el cuello de ella.
- Nunca he violado a nadie, ¿capicci? No estás en situación de protestar. Por cierto, las periodistas son cada vez más belllas...
Johnny dió un fuerte silbido, aparecieron cinco miembros del MC. Se acercó a la periodista, con su navaja rasgó la camiseta de Kate, luego rompió su sujetador, haciendo lo mismo con sus pantalones y bragas. Ella se retorcía, pero la había agarrado con firmeza.
- Chicos -dijo Johnny-, ¿queréis divertiros un poco?  -ellos asintieron-. 
Johnny se apoyó en la pared, tomó cogió una botella de bourbon, mientras Jack  y Ritchie agarraban a Kate con fuerza. Ella empezó a chillar, Johnny pegó un gran trago del licor e hizo un gesto a uno de los miembros, que se abalanzó sobre Kate, violándola. Kate no dejaba de gritar, llorando y suplicando que la dejasen. Tras ese miembro, fue otro, así hasta que se cansaron. Johnny miró aquella escena con cara de satisfacción. Cuando los miembros acabaron de violarla, ella estaba inconsciente, cómo si fuese una medida de evadirse de tanto dolor. Johnny esperó pacientemente hasta que ella recuperó la consciencia. Cuando abrió los ojos, siguió sollozando, aterrorizada. Johnny, sacó su pistola y la puso sobre la sien de Kate. 
- ¡Por Dios! ¡No me mates! ¡Te lo suplico!
- No.
- No os denunciaré...
- Me da igual, aquí tienes tu último titular, "Johnny Davenport no me ha violado, me ha matado".
Tan pronto como acabó de decir esa frase, accionó el gatillo de su Desert Eagle. 
- Chicos, deshaceos del cadáver. Me voy al Pink Flamingo, voy  cobrar la recaudación.
Otro de los negocios que tenían los Spartans en Fairmont eran un prostíbulo y un club de striptease. El Pink Flamingo era el striptease. Lo bueno de esos locales era utilizar las cámaras de seguridad para coaccionar a alguno de sus clientes. Era un trayecto de unos veinte minutos en moto. Al entrar, Johnny se acercó a la barra, la camarera dió la parte de la recaudación. Johnny subió a la oficina, abrió la caja fuerte y cogió el dinero. Cuando bajo, volvió a hablar con la camarera. 
- ¿Sabes dónde está Candy?
- Está fuera, pero siéntate y toma algo.
Johnny se sentó, la camarera le puso una botella de whisky a su lado. En la pista central actuaba una chica vestida de secretaria, aunque la ropa poco le duró encima, se desnudaba mientras sonaba muy alto una canción muy animada.
Johnny contemplaba aquel cuerpo de mujer desnudo, aunque no vio el final del espectáculo. Salió por la puerta trasera. Allí estaba Candy, fumando un cigarrillo.
- Hola, ¿has visto a Steimberg por aquí?
- No, hace unos días que no viene.
- Y tu, ¿cómo estás?
- Ya ves, currando aquí para pagar el crédito universitario.
- Suerte...
Johnny le dio la espalda y se marchó. Nunca jamás pensaría que en ese momento su mundo se derrumbaría. Annie observó toda aquella escena, cuando Johnny se acercó a ella, lo abofeteó.
- ¡Lo sabía! ¡Cerdo! Me engañabas....
- Estás equivocada, Annie.
- Johnny, este es el final, ¡qué te jodan!
Ella se fue corriendo calle abajo. Johnny se quedó inmóvil. Su vida empezaría a ser muy diferente.


miércoles, 16 de octubre de 2013

Capítulo 7: Regreso a Fairmont

Johnny atravesaba el centro de Las Vegas a toda velocidad, el Viper derrapaba en cada esquina y emitía un sonido brutal. Puso rumbo hacia la entrada de la autopista interestatal. Vio por el retrovisor como un montón de coches patrulla intentaban darle caza. Esquivó un bloqueo ridículo hecho con vallas de emergencia, de plástico, que el Viper devoró como si de un pastel se tratara.
- ¡Johnny! Soy Kayden, ¿dónde estás?
- Voy por la interestatal, rumbo California ¡Hijos de puta!
Un coche patrulla trató de embestir a Johnny en ese momento, al esquivarlo dio un gran trompo, recuperó el control y siguió huyendo.
- Kayden ¿Annie está contigo?
- Sí.
- Dile que se ponga.
Unos crujidos se oyeron a través del auricular. 
- Johnny, ¿estás bien?
- Sí cariño, no te preocupes por nada...
- Ríndete, vas a matarte...
- No, dile a Kayden que prepare mi huída. Mi plan era llegar hasta California con el coche, pero no tengo tanta gasolina, tendré como mucho para seguir durante media hora.
- Perfecto, dice Kayden que en un rato vuelve a hablar, tiene miedo de que rastreen la llamada.
Johnny siguió acelerando aquel deportivo amarillo a toda velocidad, hasta que de pronto la voz de Kayden volvió a sonar.
- Johnny, ¿has llegado a la salida 25?
- No.
- Perfecto, sal ahí. A unas 13 millas está un pequeño desguace, ve hacia allí, procura que al llegar no te sigan. Nosotros llegaremos a buscarte tan pronto como podamos.
- Me perdieron el rumbo hace poco. Aprovecharé.
Johnny tomó la salida, miró si algún coche lo seguía, estaba sólo en la carretera, sólo veía coches de particulares, de todos modos, sería mejor levantar el pie derecho. Tomó la salida, que acababa en un pueblo. El tráfico estaba formado mayormente por camionetas, entre las cuales, el Viper podía quedar oculto a la vista debido a su escasa altura. Eso sí, su color amarillo lo delataba. Recorrió unas millas por la única calle que veía, un cartel le avisó que el desguace estaba cercano, tomó es dirección, a los pocos segundos ya había entrado en aquel lugar. Un hombre gordo, de mono, parecía que estaba esperándole.
- ¿Eres Johnny?
- Sí.
- Deja el coche un poco más adelante, al lado de esa grúa.
Johnny obedeció, apagó el motor y se bajó del Viper. El hombre se acercó a él.
- Dice Kayden que te esperan en el aeródromo. Está a unas veinte millas. Toma estas llaves, son de ese coche.
El hombre le señaló una vieja camioneta Ford F-150. Johnny se acercó a ella, la abrió y la arrancó. Antes de irse habló con aquel hombre.
- ¿Qué pasará con el Viper?
- Espera unos segundos.
El hombre hizo un gesto al operario de la grúa, que movió la pinza metálica hacia donde estaba el Viper. Al presionarlo, los cristales estallaron. Levantó aquél coche y lo dejó caer sobre una enorme prensa hidráulica. Johnny se entristeció un poco al ver el final del coche que le salvó la vida. Arrancó aquella vieja furgoneta y puso rumbo al aeródromo.
Comparada con el coche que le permitió huir, aquello era un montón de pesado metal, pero bueno, ahora pasaría desapercibido. Tras conducir varios minutos, Johnny tomó el desvío de cara al aeródromo.
Al llegar allí, Ritchie y Jack salieron apuntando con las armas, al ver que era Johnny, las bajaron.
- Tranquilos, soy yo.
- Joder, oímos ruido y pensamos que era la policía. 
- ¿Dónde está Annie?
- Ya está dentro del avión. Sube rápido, hay que irse.
- No problemo.
Johnny subió rápidamente al avión. Cerca de la puerta estaba Annie, que se lanzó a los brazos de Johnny.
- ¡Por fin! Estaba muy nerviosa... Menos mal.
- Tranquila, ya estoy aquí.
Kayden irrumpió en la escena. Su rostro recobró la tranquilidad al ver a Johnny.
- Si ya estáis todos es hora de irse.
- Perfecto -dijo Johnny-.
- Buen trabajo chicos. Ha salido todo casi perfecto. Una pena que te hubiesen pillado Johnny, al menos pudiste escapar...
- Sí, bueno, sentémonos. Es hora de irse.
Todos se sentaron. Al despegar, Johnny miró hacia el suelo, no podría volver a Nevada durante mucho tiempo. Annie lo había abrazado, como si tuviese miedo de que él se marchase. Había pasado tanto miedo durante la persecución que llego a durar no volver a verlo nunca más. Sus mentes sólo pensaban en una cosa, volver a Fairmont.
Unas pocas horas de vuelo y ya estaban viendo el mismo aeródromo que los había visto salir de Fairmont. Allí ya estaban esperando los hombres de Kayden. Al bajarse del avión, todos se reunieron alrededor de Kayden, ella empezó a hablar.
- Gracias por vuestro trabajo, de veras. He organizado una fiesta para este sábado, en Los Ángeles, en mi casa. Por favor, venid. 
- Vale, ¿cómo hacemos con el dinero?
- En eso estaba. Os lo daré en la fiesta.
- Ya, pero habrá que blanquearlo...
- No te rayes por eso -dijo Ritchie- ese es mi trabajo.
- Chicos -dijo Kayden- de eso me encargo yo, cuando os lo entregue, estará limpio. Venid el sábado a la tarde. 
- Perfecto, confiamos en tí.
Kayden asintió y empezó a caminar, de pronto se detuvo y volvió sobre sus pasos. Se acercó a Annie.
- Annie, ha sido un placer haberte conocido, perdona que hayas sufrido tanto por Johnny, ha sido culpa mía.
Se despidió de ella dándole un largo abrazo y un beso. Annie había comprendido su error, al final Kayden no era más que una amistad de Johnny. Kayden caminó hacia la limousina, que estaba aparcada junto al avión.
Antes de subirse a ella, volvió a hablar a los Spartans.
- Chicos, este sábado en mi casa, no faltéis.
- Allí estaremos.
El regreso a la sede de los Spartans fue épico. Los recibieron como si de estrellas de rock se tratase, todos los prospect y miembros que se quedaron en Fairmont los felicitaban y preguntaban detalles sobre la operación. Si habían sido capaces de saquear y tirar abajo un casino, serían capaces de todo. Las cervezas y demás alcoholes empezaron a animar a los Spartans, una buena fiesta de bienvenida.
Al atardecer, Johnny tuvo un momento en el que necesitó estar sólo. Caminó hacia Staunton beach, una caminata de casi media hora. Bajó las escaleras de madera y se sentó cerca de unas rocas. A lo lejos podía oír voces de mujer, seguramente algunas chicas jugando al voleibol. Metió sus manos en la arena mientras contemplaba el mar, empezó a sentirse pequeño. El ruido de una moto sacó a Johnny de sus pensamientos, se giró y vio a Annie bajando por las escaleras, caminó hacia Johnny y se sentó a su lado, con las rodillas flexionadas, cerca del pecho.
- ¿Annie, quien te ha traído?
- He pillado tu moto, ¿no te importa, no?
- Si fuese otra persona te hubiera matado. La moto de un Spartan no se toca. Me encanta que andes en ella.
- ¿Qué haces aquí?
- Nada, quería despejarme un rato.
Johnny miró a los ojos a Annie, ella tenía los brazos cruzados sobre sus rodillas, el sol hacía brillar su pelo. De pronto una mariposa se posó en el antebrazo de ella. Era de muchos colores, por un momento, Johnny se enterneció viendo aquella imagen. La mariposa extendió sus alas y echó a volar.
- Johnny, pareces triste, ¿Qué te pasa?
- Nada, tengo una sensación incómoda, como si fuese a pasar algo malo...
- No te preocupes.
Decidieron marcharse de la playa. 
Los días fueron pasando sin apenas novedades, hasta que llegó el sábado. Los Spartans tenían la fiesta de Kayden.
Llegaron a la hora señalada a la mansión de los D'Amico. La propia Kayden salió a recibirlos. Buena comida, buena música, mucha gente, una gran fiesta. Jack apareció de entre la gente, Johnny estaba con Annie.
- Perdona Johnny, ¿dónde están Ritchie y Kayden?
- Ni idea, tenemos que hablar con ella.
Ellos entraron en la mansión esquivando a los asistentes de la fiesta. Johnny conocía bien aquella casa, subieron las escalinatas que les llevarían al primer piso. Johnny sabía que la habitación de Kayden era la primera puerta a la izquierda. Ambos se quedaron parados, de la habitación se oían unos gemidos, estaba claro que estaba follando con alguien. Tanto Johnny como Jack cortaron sus risas y se apoyaron sobre la pared opuesta a la puerta. pasado un rato Kayden salió de la habitación con el pelo alborotado e intentando recomponer su vestido. 
- ¿Qué... hacéis aquí?
- Sólo queríamos hablar contigo, pero vimos que estabas ocupada y estábamos esperando a que acabarais.
Ritchie salía de la habitación cerrando la cremallera de sus vaqueros.
- Bueno -dijo Johnny- ahora que ya estamos todos, tenemos que hablar de negocios.
- Perfecto, entrad en mi despacho -dijo Kayden-.
Entraron en una habitación al fondo del pasillo, era un gran despacho. Kayden separó una de las estanterías, que se abrió como si fuera una puerta falsa. Allí había una pequeña cámara acorazada que se abrió con identificación ocular y digital. El dinero del casino Milano aún estaba en las mismas bolsas.
- Sé que cada bolsa tiene unos diez millones de dólares. Hay 65 bolsas, así que hay 650 millones de dólares, cien más de los esperado. Enhorabuena. Vosotros hicisteis el grueso de la operación, así que os corresponde el sesenta por ciento, así que os tenéis que repartir cuatrocientos y pico. ¿Alguna queja?
- No -dijeron los tres al unísono-.
- A mí, los Farnelli me robaron 32 millones de dólares. Con lo que me quedo, me doy por satisfecha, mi negocio ha aumentado gracias a vosotros, os lo recompensaré aún más.
- Tranquila, siempre que nos necesites, aquí estaremos.
- Bajemos a la fiesta.
La fiesta duró hasta cerca del amanecer. Johnny y Annie estaban dormidos cuando el teléfono de Johnny empezó a sonar.
- ¿Sí?
- Johnny, soy Sam. Los Aces han matado a Tommy.
- ¿Qué? ¡Hijos de puta!
Johnny despertó a todos los Spartans, que salieron de Los Ángeles de regreso a Fairmont.
Al llegar a su bar, Sam había organizado todo, su costumbre era velar el cadáver de un miembro del grupo en la sede del MC. Allí estaba ya la viuda con sus hijos. Johnny se acercó a ellos, se agachó y habló con la niña.
- Hola  preciosa, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Amy, tengo cinco años, soy una princesa, ¿sabes?
Johnny acarició tiernamiente la cabeza de la niña, sonrió.
- ¡Ah! Vale Alteza, tendrás que ser muy buena chica.
La niña asintió, Johnny se acercó al hijo mayor de Tommy.
- ¿Cómo te llamas campeón?
- Tommy.
- Ahora serás el hombre de la casa, cuida mucho de tu madre y de tu hermana. Si necesitas algo, aquí estaré para ayudarte.
Johnny le dio la mano al chico. La viuda de Tommy no dejaba de llorar. Johnny se acercó y le dio un abrazo.
- Emma, no te preocupes por nada, su entierro lo pagará el club. Lo siento mucho...
- Eso me da igual, he perdido a Tommy, no fue tu culpa, él era un Spartan, yo sabía que le podía pasar algo así...
- Deja de pensar en eso, no es el mejor momento pero, él tenía un seguro de vida, te pertenecen doscientos mil dólares. Mañana los ingresaré en vuestra cuenta. Cualquier cosa que necesitéis, aquí estoy.
- Gracias.
Johnny se pasó todo el día en el velatorio. Sam le contó que estaban siguiendo a Sterling, cuando dos Aces les dispararon por detrás, mataron a Tommy, pero Sam les disparó, matando a uno de ellos.
Al día siguiente, la comitiva fúnebre salió desde la sede de los Spartans, el coche fúnebre iba seguido de las motos de los Spartans, con Johnny al frente. Todos los miembros llevaban una cinta negra colocada en su brazo. Mientras la tierra acogía el frío cuerpo de Tommy, Johnny se juró a sí mismo que no caería ningún otro Spartan, y por primera vez, Annie vio como de los ojos de Johnny caían lágrimas de dolor.


lunes, 7 de octubre de 2013

Capítulo 6: ¡Viva Las Vegas!

- No sé Johnny, me parece muy arriesgado... ¿Cómo entraremos allí?
- Muy fácil Jack, nos hacemos pasar por los agentes de seguridad que van a recoger la recaudación del casino. Kayden tiene los planos del casino y unas motos de la policía, cuatro de vosotros os haréis pasar por polis y otros seis por agentes de seguridad, entramos en la cámara del casino, la saqueamos, y de vuelta a casa. ¡Ah!  Se me olvidaba, llevaremos explosivos Semtex, de paso que saqueamos el casino, también nos lo cargamos.
- ¿Cuanto será nuestra parte?
- Mucho, ya sabéis que Kayden suele ser generosa cuando le hacemos algún trabajo... Bueno, iros preparando, que en una semana nos vamos. Por cierto, nuestros colegas de Las Vegas van a ayudarnos.
Los miembros de Johnny estaban tan excitados como él. El mayor golpe en la historia de los Spartans. A Johnny no le gustaba mucho la idea de trabajar de mercenario para nadie, pero con Kayden era diferente. Desde hacía muchos años, la familia de Kayden siempre había confiado en los Spartans, nadie mejor que ellos para cuidar de los negocios que la familia D'Amico tenía en Fairmont.
Annie llevaba unos días un tanto huidiza, la visita de Kayden no fue muy agradable para ella. La noche de la reunión de Johnny con los Spartans para diseñar el plan de robar el casino, al llegar a casa, Annie no estaba tocando su violín como de costumbre, parecía enfadada.
- Annie, ¿Qué sucede?
- Nada, déjalo...
- ¿Qué pasa?
- Nada. Dale saludos a tu putita de mi parte... ¡No te jode!
- ¿Estás celosa?
- Noooo, que va, sólo que mi novio se larga a Las Vegas invitado por ese zorrón polioperado de Los Ángeles y acepta. Vamos, lo más normal del mundo.
- Annie, son sólo negocios, entre Kayden y yo nunca ha habido, ni hay nada, ni lo habrá...
- Ya, claro...
- Vale, si hubiera algo entre nosotros, ¿me diría que vinieses que nosotros?
- A lo mejor quiere un trío...
- ¿Te estás oyendo? A estas alturas deberías saber que para mí tú eres la única mujer que hay.
- No sé, iré con vosotros, pero no me fío ni un pelo de esa pájara...
Johnny se echó a reír, aunque a Annie no le había hecho mucha gracia aquello, entendía la reacción de Johnny, él se lo había mostrado todo y ella le pagó con desconfianza. De todas formas, Kayden no era trigo limpio para Annie.
El tiempo fue pasando, y llegó la hora de ir hacia Las Vegas. Por la mañana, muy temprano, los Spartans y Annie estaban en el aeródromo de Maxwell's Point, subiendo al jet privado de Kayden, ella había cuidado todos los detalles para que su operación no fuese descubierta. Si los Spartans de Fairmont viajaran de otra manera, tan pronto como hubiesen atravesado la línea del Estado los hubieran arrestado.
Era un viaje corto, Annie se sentó separada de los Spartans, ellos seguían haciendo planes sobre el asalto. Ella iba pensando en sus cosas hasta que un olor delicado la sacó de sus pensamiento. Era un perfume de mujer, parecía caro. Kayden se había sentado a su lado, sonreía.
- Perdona, ¿te he molestado?
- No. No te preocupes.
- ¿Estás cómoda? ¿Necesitas algo? ¿Un refresco? ¿Champán?
- No, estoy bien, gracias.
- Lo que necesites, pídemelo. 
- Gracias. ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Sí, lo que quieras.
- ¿Desde cuándo conoces a Johnny?
- Desde niño. Su padre hizo varios trabajos para el mío, yo heredé el negocio, y bueno, los Spartans son de fiar. También conocía a tu padre, un gran hombre.
- Sí que lo era -sentenció Annie con gesto triste-.
- Cambiemos de tema, ¿tienes planes con Johnny para esta noche?
- No.
- Bueno, pues esta noche os he reservado una mesa en el mejor restaurante de Las Vegas para Johnny y para tí. Tendréis que ir de etiqueta...
- No he traído ropa...
- Nada, te llevo yo a comprar, no te preocupes, y a Johnny ya lo está esperando un sastre cuando lleguéis a la habitación del hotel. Es de mi familia, de los mejores de la ciudad, tenéis la mejor suite...
- No te molestes...
- Conozco a Johnny y me imagino que será poco detallista, como todos los tíos. Eso sí, siempre está hablando de tí, está muy enamorado. Jamás lo había visto así. De mujer a mujer, te llevas a un hombre complejo, muchos te dirán que estás loca, pero lo dará todo por tí.
- Gracias Kayden, ¿entre tú y Johnny hubo algo?
- Jamás, él es para mí como un hermano.
Aquellas palabras tranquilizaron a Annie, aunque la desconfianza no se había disipado del todo.
Pocos minutos después tomaban tierra en Las Vegas en un pequeño aeródromo. Allí estaban esperando por los Spartans. Se subieron a los coches y pusieron rumbo a unas naves industriales cercanas, allí, Kayden tenía el material preparado para el asalto. El furgón blindado era de una compañía de seguridad que Kayden había comprado, cuatro motos de la policía, y un arsenal de armas. A ella le entusiasmaba la idea de Johnny de volar el casino por los aires. Hasta el jueves no sería el asalto. 
Tras eso tomaron la autopista, aquella banda de asfalto atravesando un árido paisaje los colocó en unos minutos ante el famoso cartel de bienvenido a Las Vegas. A Johnny era una ciudad que le encantaba, al cabo de unos minutos ya estaban rodado por The Strip. Johnny rodeaba con su brazo a Annie, que observaba boquiabierta las luces de neón. Por la radio sonaba una gran canción, "Viva Las Vegas", de Elvis.

Al llegar al hotel, Kayden repartió las llaves a los Spartans. A los pocos minutos de instalarse en la suite, llamaron a la puerta, era el sastre, acompañado de Kayden.
- Johnny, bienvenido a Las Vegas, esta noche irás con Annie de cena.
- ¿Perdón?
- Sí, y sin rechistar, he traído al mejor sastre de la ciudad para que arregle uno de sus trajes para ti, ya tenéis una mesa reservada. Annie se viene conmigo, a por un vestido.
Annie salió de la habitación detrás de Kayden. El sastre empezó a tomar medidas a Johnny, mientras él observaba aquella lujosa suite. Cuando acabaron de medir a Johnny, el sastre, un hombre bajo y de clara ascendencia italiana, abrió una gran maleta que había traído, sacó un traje de tela gris, lo colocó encima de la mesa y empezó a trabajar en él.
- Signore Johnny, puede recoger il suo traje en una hora e media.
- Perfecto, voy a dar una vuelta, si me necesita, llame a Kayden.
El hombre asintió y Johnny se marchó. Hizo una llamada telefónica desde el hotel, vendrían a buscarlo.
Pocos minutos después un taxista entró en el hotel preguntado por Johnny. Él se acercó al taxista y se subió. Pronto abandonaron The Strip y pusieron rumbo hacia las afueras, atravesando calles, hasta llegar a un edificio de planta baja, la sede de los Spartans de Las Vegas. Johnny entró allí, siendo recibido con abrazos por sus colegas. Johnny habló con los miembros.
- Sabéis que mañana daremos un gran golpe, necesito vuestra colaboración. Kayden ha puesto a cuatro de vosotros al cargo de las motos, mis chicos y yo iremos en el furgón blindado, Kayden ha colado a varios de los suyos entre los seguratas del casino. Cuando nos vayamos, saltaremos el casino por los aires.
- ¿Y si tenemos problemas? -dijo uno de ellos-.
- Buena pregunta, si hay problemas vosotros saldréis corriendo en el furgón y las motos, en grupo. Yo saldré más tarde, ya tengo mi propio plan de escape. Sabéis que me buscan aquí, ¿no? Pues si algo se tuerce, escaparé, y a lo mejor necesito vuestra ayuda para salir del estado.
- Tranquilo Johnny, no te dejaremos tirado.
- Perfecto, el jueves nos vemos.
Johnny volvió al hotel en otro taxi, al entrar en la suite, Annie y Kayden estaban allí, comentando con el sastre el resultado de su obra. Instaron fuertemente a Johnny que se lo probara. Le quedaba bien.
El tiempo hasta la noche transcurrió de manera lenta. Una llamada al teléfono de la habitación les confirmó que en dos horas una limousina vendría a buscarlos, cortesía de la familia D'Amico.
Annie se tomó una larga ducha después que Johnny hiciese lo mismo. Al salir, mientras secaba el pelo, no dejaba de mirar aquel vestido. Era negro, nunca antes había visto un vestido más espectacular. Una suerte que Kayden se lo regalase, ella jamás podría permitirse un vestido así. Cuando se lo puso, se miró varias veces al espejo. Al salir del cuarto de baño se encontró a Johnny, ya con el traje puesto.
- ¿Annie?
- Sí, soy yo.
- Estás preciosa, pareces una princesa.
- Gracias, no había vuelto a verte de traje desde nuestra graduación en el instituto... te queda genial.
- Bah, estoy incómodo, parezco gilipollas...
- No, estás muy guapo.
- Lo que tu digas, voy a peinarme.
Annie vio como Johnny cogía un bote de gomina, la esparcía por las manos y se peinaba con su típico tupé, se lavó las manos y salió del baño.
Poco tiempo después, recibieron la noticia de que la limousina estaba esperándolos. Ambos bajaron en el ascensor, caminaron por el vestíbulo y accedieron al interior de aquel vehículo. El recorrido nocturno era aún más espectacular que el diurno.
El coche se detuvo frente a un restaurante francés. Un aparcacoches se acercó para abrir la puerta de la limousina a Annie y Johnny. El maitre los acompañó hasta su mesa.
Ninguno de los dos jamás había visto tanto lujo en un restaurante, era un mundo totalmente nuevo para ambos. Una cena muy agradable y romántica, mejor incluso que si la hubieran soñado.
Al acabar, decidieron volver al hotel, el viaje en limousina por The Strip fue increíble. Annie había apoyado su cabeza en el hombro de Johnny, maravillada por los reflejos de los neones que entraban tenuemente en el habitáculo del coche. Llegaron al hotel, ambos subieron rápido. Johnny empezó a desnudar a Annie, ella lo besó con pasión, ninguno de ellos podía esperar más, se dejaron llevar, aquella era su noche.
Hasta que no llegó el jueves, Johnny repasó el plan miles de veces. El único punto débil era si Johnny quedaba atrapado dentro del casino, ya que si no podía huir, moriría en la explosión. Si lograba huir en caso de problemas, Kayden había preparado un coche para la huída en el aparcamiento del casino, Johnny sólo sabía que era amarillo, y que su matrícula era 902F4U. 
Llegó el jueves, el día D. Johnny madrugó, Annie aún dormía mientras Johnny se vestía. Ella se despertó para despedirse.
- Johnny, ten mucho cuidado.
- Tranquila, todo saldrá bien.
Él se marchó tranquilamente, el resto de Spartans se juntó en el vestíbulo. Una furgoneta negra apareció a las puertas del hotel, era la señal. Todos entraron en ella, rumbo a la nave dónde estaba el blindado. Allí se vistieron con los respectivos uniformes. Jack, Ritchie y Johnny serían los encargados de entrar en la cámara de seguridad y saquear el dinero. Se repartieron las armas, cada uno llevaría una MP5.
Las miradas nerviosas se cruzaban hasta llegar al casino de los Farnelli, antes de entrar comprobaron que los audífonos que Kayden les había dado, funcionasen. Llegaron a la puerta de seguridad del casino.
- Tranquilos, será entrar, robar y a casa -dijo Johnny-.
- Eso espero.
Las puertas se abrieron, dos de las motos entraron custodiando el furgón. Lo aparcaron dentro de aquel enorme bajo de manera que la parte trasera apuntase a la puerta de la cámara de seguridad.
- Buenos días -dijo Johnny al guarda-. Venimos a recoger la recaudación.
- Tranquilo, soy de los vuestros, me llamo Mark, soy de los D'Amico. Ahora os abro.
Los tres Spartans entraron en la cámara, cogiendo aquellos sacos de dinero y metiéndolos en el furgón lo más rápido posible. Era una tarea bastante lenta, y mientras ellos saqueaban otro de los hombres de Kayden se dedicaba a colocar las cargas Semtex. Tras casi media hora de carga, casi habían acabado.
- ¡Eh! ¿Tú que haces ahí? ¡Detente!
Se oyó un disparo. Por fortuna las cargas estaban colocadas
- Mierda, ¡nos han pillado!
- Sólo quedas cuatro sacos...
- Metedlos, voy a ver que pasa -dijo Johnny-.
Johnny vio al hombre que colocó los explosivos tirado en el suelo, era un guardia de seguridad auténtico. ¡Estaba pidiendo refuerzos! Johnny le disparó a la cabeza, matándolo. De pronto las luces se apagaron. La puerta metálica de seguridad bajó, cerrándose de un golpe. Encendieron las luces del furgón. Johnny vio una carretilla elevadora.
- Ritchie, coge la carretilla y sube la puerta de seguridad, ha quedado mal cerrada, tan pronto la abráis, que Jack la bloquee, yo os cubro.
Ellos obedecieron, mientras Johnny los cubría, empezaron a entrar varios guardias, Johnny se agazapó detrás de una columna y empezó a dispararles. Llevaba una granada de mano escondida, que lanzó a las escaleras de acceso. Los chicos fueron capaces de abrir y forzar la puerta, pero tan pronto como salieron, se cerró. Johnny intentó levantarla, pero era inútil. La única salida era subir al piso superior abriéndose camino. Al empezar a subir las escaleras, disparó a otro guardia de seguridad, uno de los varios con los que se topó. Consiguió llegar al piso superior, estaba desierto. Desde la entrada de The Strip, coincidía con el primer sótano. Johnny vio un cartel que indicaba la dirección del párking, fue corriendo mientras notaba que otra persona corría detrás suyo, se giró y disparó, era otro guardia. 
abrió la puerta de acceso al párking, oyó una sirena, la alarma había saltado, sería cuestión de minutos que la policía llegase allí. Johnny corría por el Párking, pudo ver como varios empleados del casino le señalaban. Casi exhausto vio el coche que le había preparado Kayden para la huída, allí estaba. No podía haber elegido un coche mejor para la huída, al menos por su rapidez, era un SRT Viper amarillo. Johnny se subió rapidamente a él, empezó a hablar por el micro que llevaba puesto.
- ¿Habéis llegado ya a zona segura?
- Sí, nos han tomado por agentes auténticos aquí fuera. ¿Y tu?
- Estoy jodido, oigo a la pasma por aquí cerca, además el coche que ha preparado Kayden es muy rápido, pero también muy cantón... bueno os dejo, ya nos veremos.
Johnny arrancó aquella bestia y salió de la plaza haciendo un giro en J, aceleró y esquivo los disparos del encargado del párking, al llegar a la calle, derrapó, evitando una colisión, pero el coche que acababa de esquivar encendió unas luces azules, ¡era un camuflado! Johnny aceleró por The Strip, esquivando otros coches. Ya estaba a una distancia prudencial, por lo que activó el detonador que llevaba en el bolsillo. Vio una gran nube de humo y como el casino de los Farnelli caía. ¡Qué gran final!
La misión había concluido, había esquivado a la policía. Decidió reducir la velocidad y cambiar de sentido, había huido al sur y su destino era el norte. La nube de humo de la explosión le impidió llevar a cabo el plan, por lo que tuvo que seguir al sur, girando por una calle paralela a The Strip, así pasaría más desapercibido.
Pero la realidad era muy distinta, allí, cuatro coches patrulla había construído un bloqueo, y por un callejón se acercó otro coche patrulla.
- Le habla la policía estatal de Nevada, bájase del vehículo y entréguese sin oponer resistencia. Sabemos que está implicado en la explosión del Casino Milano. ¡Ríndase sin oponer resistencia!
- ¡Los cojones! -gritó Johnny- ¡Antes muerto!
En ese momento Johnny insertó la marcha atrás del Viper y aceleró, esquivando al coche patrulla. No era la primera vez que estaba en una persecución. 
Tenía una cosa clara. no lo cogerían vivo.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Capítulo 5: La hora de pagar

El aire fresco de la noche acariciaba a Johnny, circulando en su Harley por las desiertas calles de Fairmont. El hecho de que el tráfico fuese nulo, le invitaba a saltarse los semáforos de manera sistemática y a sobrepasar los límites de velocidad.
Cuando llegó a la sede de los Spartans, unos de los prospects le dijo que entrase por la puerta del sótano, Johnny se dirigió hacia la explanada del taller, en la parte trasera de la sede. Allí, haciendo guardia en la puerta, estaba Sam, uno de los prospects, al ver a Johnny abrió la puerta y le hizo entrar.
-¡ Por fin has llegado!
- Sí, ¿que pasó?
- He encontrado una rata, la que tú buscabas...
Johnny caminaba en silencio al lado de Sam por aquel pasillo, entonces, se detuvo ante la primera puerta a la izquierda, la golpeó y Jack abrió.
- ¿Qué haces aquí, Jack?
- Sam no encontraba tu teléfono y me llamó a mí, él encontró esto...
En ese momento vio que detrás de aquella puerta había un hombre amarrado a una pared, aunque no pudo verle la cara, enseguida lo reconoció. Johnny buscó la cartera con rapidez, llevaba cientocincuenta dólares.
- Toma Sam, te lo has ganado, es todo lo que llevo encima, mañana te daré otro tanto...
- Gracias, pero...
- Ve y emborráchate o ve a un stritease... o ahórralo... lo que te dé la gana, pero vuelve a casa a dormir.
- Vale.
Sam aceptó aquella extraña orden de Johnny, mientras él entraba en la sala donde estaba aquel hombre. Johnny se colocó el puño americano y propinó un fuerte golpe al hombre.
- ¡Mamón de mierda! ¡Te dije que no volvieras a Fairmont! -el hombre se retorcía de dolor- ¿Qué cojones haces aquí?
El hombre tomó aire, escupió un poco de sangre y empezó a hablar.
- No es lo que tu piensas...
- ¡Y una mierda! -dijo Johnny volviendo a golpearlo- ¿Por qué has vuelto? 
- No puedo decírtelo...
- Ya... así que no puedes decírmelo, eh... Veamos si los federales siguen entrenando a sus agentes contra la tortura, ¿verdad? Tony, o ¿debería llamarte agente Brian Fawcett? Yo no me olvido de alguien que me vende, me chupé dos años, dos putos años en la trena por tu culpa. ¿Cuánto hace de eso?
- Diez años, sólo tenías diecinueve, pero eras un psico...
En ese momento se calló, vio como Johnny empuñaba su Desert Eagle, aquella enorme pistila de color dorado estaba apuntando a su cabeza, Johnny sonreía maleficamente.
- Un sólo tiro y... pum... el agente Fawcett deja este mundo con viuda y un hijo, pero no vas a tener tanta suerte, si te mato, quiero que sufras.
Johnny posó su arma en una mesa cercana, el resto de miembros de los Spartans que estaban viendo aquello lo veían con sádica satisfacción. Johnny abandonó la sala. Para Brian, no era demasiado tranquilizador ver que Johnny había salido sin su arma, le esparaba algo terrible. Sus sospechas se confirmaron cuando Johnny abrió la puerta empuñando una enorme motosierra. Se acercó a Brian y la apoyó en su cuello, que instintivamente intentó apartarse de ella.
- Vaya, ¿no te dice nada? Si tu me pusiste el mote de "Chainsaw Johnny"...
Mientras decía aquello, Johnny encendió la motosierra.
- No, ¡no!
- Sí, tienes razón, empezar por la cabeza sería demasiado rápido, empecemos por el brazo... o mejor aún...
Johnny puso el sable de la motosierra a escasos milímetros de la entrepierna de Brian, le daba toques para hacer girar la cadena. El ruido y la escasa iluminación daban a la escena un aspecto realmente tétrico. Johnny veía cómo Brian se retorcía asustado, notó que se había orinado del miedo. 
- Vale, hablaré, estaba infiltrado en los Aces... me habéis descubierto... iba a por ambas bandas.
En ese momento Johnny, dejó su motosierra en el suelo y empezó a golpear a Brian con ira, de pronto, descubrió algo en el brazo del agente, aún tenía el tatuaje de los Spartans, eso hizo enfurecer aún más a Johnny, que se giró hacia Jack.
- Trae un soplete, ¡rápido!
Jack obedeció, cogió uno de los pequeños sopletes que utilizaban para calentar tubos, y se lo dio a Johnny, que guardó su pistola.
- Poned a este montón de mierda sobre la mesa y agarradlo fuerte, mejor aún amarradlo a las patas de la mesa.
Era una mesa metálica, de la industriales, mientras Jack y Ritchie, que acababa de llegar hacían lo pedido por Johnny, éste se colocaba unos guantes de soldador. Entonces, se acercó a Brian, le rasgó gran parte de la manga de la camiseta y empezó a hacer un corte sobre el tatuaje con la navaja.
- Ahora sabrás lo que le pasa a quienes me han vendido y aún conservan el tatuaje de los Spartans.
Johnny prendió el soplete con su mechero, y lo fue acercando al corte para evitar que la herida sangrase. Ignorando los gritos de dolor, siguió haciendo cortes y quemándolos sin empatía alguna. Cuando acabó de borrar el tatuaje, Brian estaba inconsciente.
- ¿Ha muerto? -preguntó Ritchie-.
- No, metedlo en uno de los todo terreno, vamos a las afueras de Fairmont...
Hicieron lo que Johnny había ordenado, condujeron unos veinte minutos, hasta unos terrenos que eran de una granja, arrojaron allí el cuerpo maniatado de Brian, en el medio de una enorme plantación de maíz.
- Mañana van a pasar por aquí una cosechadora así ya no será problema nuestro. Vámonos. 
se montaron en el coche y volvieron a la sede. Johnny cogió su moto y volvió a casa, era ya cerca del amanecer. 
Annie todavía seguía durmiendo, era domingo, podría dormir hasta tarde, los domingos ella libraba.
Johnny se acostó con cuidado, Annie hizo unos movimientos, pero seguía durmiendo. Johnny cerró los ojos, a los pocos segundos, estaba dormido.
Cuando se despertó, eran las doce de la mañana, Annie no estaba, una nota explicaba que se había ido a ver a su madre, para arreglar las cosas. Johnny se vistió muy rápido, se montó en su Harley y puso rumbo a la granja. Al llegar vio como la cosechadora estaba trabajando, la casualidad hizo que de pronto, por la tobera de expulsión del grano, empezasen a salir pequeños trozos de carne y un gran chorro de sangre, una escena que contempló con una gran sonrisa en su boca.
Johnny volvió a su casa, Annie todavía no había vuelto, se sentó en el sofá y cogió su libreta de bocetos, en ella, daba rienda suelta a su imaginación, creando alguna de las motos más espectaculares del estado de California. Como siempre, perdió la noción del tiempo, sólo hubo una cosa que lo desconcentró, la entrada de Annie en la casa.
- ¿Qué tal te ha ido?
- Muy bien, todo arreglado, ¿qué estabas haciendo?
- Diseñando una moto...
- ¿Puedo verla?
- Claro.
Annie miró aquel dibujo, parecía una moto muy clásica, con los escapes vendados, manillar alto, horquilla Springer...
- ¡Muy bonita! ¿Ya le has puesto nombre?
- No, aún no, quizás "Black angel"...
Ella se sentó a su lado, le contó que todo con su madre había ido bien, pero, de pronto, la curiosidad de Annie empezó a molestar a Johnny con una pregunta:
- ¿Qué pasó anoche?
- Nada.
- Tardaste mucho en volver...
- No pasó nada Annie...
- En serio, porque tu camiseta tenía manchas de sangre, ¡Dios! No habrás...
- Vale, ¡joder! Sí, he matado a una persona, pero se lo merecía.
- No, Johnny, no...
- Sí, Annie, me traicionó, por su culpa acabé en la cárcel...
- No es la solución.
- Me voy, lo siento.
- No, Johnny, por favor...
- Mira Annie, sabes de sobra quien soy, sabes que soy violento, si no te gusta, lo siento, pero no voy a cambiar por nada.
- Johnny, Johnny -Annie empezó a llorar- ¿Te estás oyendo? Nuestra primera discusión y ya estás intentando dejarme...
- No quiero dejarte Annie, te quier mucho, y lo sabes, pero también sabes quien soy, y el pasado que tengo. Mi pasado condiciona mi futuro y mi presente.
- Aún puedes cambiar tu futuro, Johnny.
- No, estoy condenado, mi destino está marcando desde hace muchos años y el tuyo también, el de todos. Y lo que más me duele es saber que por mi culpa tu puedes acabar mal. Como los Aces sepan que eres mi novia, irán a por tí, vigila todos tus movimientos, pero cuando estés conmigo, no temas por nada, me dejaré la vida por tí.
- Lo sé, siempre has estado cuidándome...
Annie aún mantenía el gesto asustado.
Aquella noche, apenas pudieron dormir, aunque Annie sí lo hizo. El lunes los recibió con la vuelta a la rutina de los trabajos. Al mediodía, Johnny fue al LeRoy's Diner, como siempre, a comer. Se sentó en una mesa y esperó a ser atendido, Annie le sirvió la comida, un gran plato de costillas. Apenas había dado los primeros bocados, cuando la sheriff Faulkner irrumpió en el local, se dirigió a toda prisa a la mesa de Johnny y empezó a gritar:
- !Johnny Davenport! Quedas arrestado.
- ¡NO! -Gritó Annie- No ha hecho nada...
- Annie, cállate -dijo tranquilamente Johnny- en un par de horas estaré de vuelta...
Condujeron al coche patrulla a Johnny, Annie estaba atacada de los nervios, no entendía por qué Johnny le había quiñado un ojo antes de que el coche arrancase y lo llevasen a la comisaría. Por el camino, Johnny, le habló a la sheriff.
- Espero que sea importante, aquellas costillas estaban muy buenas...
- Lo es, ha aparecido en la granja de las afueras un cuerpo que ha troceado una cosechadora, ¿no sabrás nada no?
- Dawn, ya hay confianza, si querías una cita conmigo, que sepas que no me va el rollo de las esposas y eso, para la próxima, deberías apretármelas menos...
- Me va el realismo, aunque tampoco eres mi tipo -aparcó el coche en la entrada a una pista forestal-. ¿quién era el muerto?
- Fui yo, un agente del FBI que me delató hace unos años, el FBI quería cargarse tanto a los Aces como a los Spartans de un sólo golpe, esto puede acabar muy mal...
- A mí Sterling sigue pisándome los talones...
- Sí quiere, la ayudo a deshacerse de él, eso sí, cuenta como favor aparte, no se preocupe, haré que parezca un accidente... ¿Me lleva de vuelta al LeRoy's? Sigo con hambre...
Dawn devolvió a Johnny al restaurante, Annie empezó a asediar a Johnny con sus preguntas, la respuesta de Johnny fue un breve "en casa te lo digo". Tras eso hizo una rápida llamada de teléfono a uno de los prospects, Johnny ya tenía plan para aquella noche, el prospect obedeció la orden de Johnny.
Cuando el día acabó, y tras su ensayo diario, Annie buscó a Johnny en el garaje de la casa, estaba limpiando su moto. A su lado estaba el coche que había sido de su padre, había varias piezas de moto esparcidas por una estantería y un cuadro tipo "Hydra" apoyado en el suelo.
- Vaya, aún conservas el coche de tu padre, cuando fuimos al baile de fin de curso...
- Sí, nunca me desharé de el...
- ¿Qué pasó con Dawn?
- No digas nada a nadie, pero tengo comprada a la sheriff... cuando necesita información, pues hace que me detiene o algo así para disimular...
- Pensé que te habían pillado...
- A la sheriff no le conviene, si yo caigo, ella caerá detrás de mí.
Annie empezaba a tener miedo de vivir en Fairmont, no recordaba una época tan violenta, apenas se atrevía a ir sola a trabajar...
Al anochecer, Johnny se marchó de la casa, le dijo a Annie que salía a una reunión del MC. En un cruce había quedado con Ritchie y Jack, ya estaban esperándolo. Johnny rodaba de líder, flanqueado por sus dos fieles escuderos. 

Llegaron a una ferretería de las afueras, estaban a punto de cerrar. Una de las fuentes de financiación de los Spartans era el cobro por protección a varios comercios mediante la extorsión, el hecho de saber que si no les pagaban, el negocio acabaría en llamas era un argumento lo suficientemente capital como para que les pagasen. 
Entraron dando una patada a la puerta, la empleada estaba atemorizada, Johnny la encañonó.
- Cómo le des a la alarma, te mato. Vete de aquí ya mismo...
Ella huyó despavorida, Ritchie y Jack agarraron al dueño, lo acercaron a Johnny.
- Me debes dos meses, hijo de perra.
- No puedo pagarlos, los Aces también me amenazaron...
Johnny lo golpeó.
- A quien le tienes que pagar es a mí, ¡A MÍ! Tengo una idea, ya que no pagas, me podrás resarcir de otra manera, chicos, tiradlo al suelo y que no se mueva.
Ellos obedecieron, mientras tanto, Johnny empezó a ojear una serie de martillos que había a su izquierda, allí, había una gran maza, la cogió y pidió a Jack que se separase un poco, Johnny alzó la maza y la dejó caer sobre las piernas del dueño de la ferretería, partiéndoselas. El hombre no dejaba de gritar de dolor, ellos decidieron irse, la lección parecía que la había aprendido.
Al volver a casa, Annie estaba en cama, leía un libro. Al ver a Johnny dejó la lectura.
- Menos mal que has vuelto, estoy empezando a tener miedo si me quedo sola.
- Lo siento, no quería... ¿saber usar un arma?
- ¿Qué?
- ¿Sabes disparar o no? 
- Sí, mi padre me enseñó, también me enseño a andar en moto...
- Perfecto, si necesitas protegerte, guardo el Magnum 44 de mi padre en la mesilla que está a izquierda.
- No soy una pistolera, Johnny.
- Ya, pero si necesitas protección y yo no estoy...
A Annie la idea no parecía convencerla, pero Johnny tenía razón. antes de quedarse dormida, siguió dándole vueltas a esa idea.
Al día siguiente, tendría la tarde libre, una tarde que pasaría con Johnny en el bar de los Spartans, le había dicho que tenía una reunión con gente de Los Ángeles.
Poco antes de las cuatro, un Cadillac Escalade de color negro aparecía ante la puerta del bar, detrás de él una limusina Cadillac también negra se detenía. Del todoterreno se bajaón tres hombres de traje, uno de ellos abrió la puerta trasera de la limusina. 
A través de la puerta, se vieron unos altísimos tacones, se bajaba una mujer. Annie se quedó impresionada, nunca había visto una mujer joven así, iba caminando muy erguida, como una modelo, vestía un carísimo traje de pantalón blanco, muy elegante. Lucía un anillo en su mano izquierda y el colgante que llevaba puesto parecía de oro blanco y con pedrería. Era una mujer espectacular, rubia, Annie no pudo evitar los celos ante una mujer tan sofisticada y espectacular como aquella, se aferró al brazo de Johnny en un intento de demostrar que ella era la novia de Johnny. 
- Bienvenida a Fairmont, Kayden.
La mujer se paró a escaso centímetros de ellos, se quitó las gafas de sol mientras hacía un gesto para colocar su pelo en la posición correcta, tenía unos espectaculares ojos verdes. Annie se fijó en que llevaba unas larguísimas uñas con manicura francesa.
- Gracias Johnny, siempre es un placer.
- Te presento a Annie, mi novia.
Kayden se acercó a Annie, le dio un leve beso en la mejilla, luego se dirigió a Johnny y le dio otro.
- Enhorabuena Johnny, es una mujer preciosa.
Aquello le pareció un chiste a Annie, no sabía si aquél maniquí estaba teniendo un ataque de compasión hacia ella o si lo decía realmente en serio.
- Annie, ella es Kayden D'Amico, una vieja amiga. Vamos hacia mi despacho, arriba tenemos un negocio entre manos. ¿Nos acompañas, Annie?
- No, mejor no.
- Puedes venir, no oirás nada que te escandalice -dijo Kayden-.
- No gracias, no quiero meterme en vuestros asunto.
Dijo esa frase mordiéndose un poco la lengua, ella desconfiaba de Kayden, en verdad le hubiera gustado decir un "cállate zorra".
Ambos subieron al despacho de Johnny, él alargó una silla a Kayden, se sentó y comenzó a hablar.
- Annie es una belleza, parece agradable, estaba un poco tímida...
- No, tenía celos, la conozco, tiene miedo a que me seduzcas.
Kayden se echó a reír escandalosamente, Johnny no era su tipo, pero si era un buen socio comercial.
- No he venido aquí a hablar de asuntos sentimentales, vengo a proponerte un negocio.
- Tú dirás...
- Mis hombres en Las Vegas tienen un problema, han robado en mi casino, sé que han sido los Farnelli, mi plan es reventar la caja fuerte de su casino y levárnoslo todo. Saldríamos de allí como agentes de seguridad, escoltando el blindado que todos los jueves recoge la recaudación. El resto del plan, los planos del casino y esas cosas están todas preparadas, sólo necesito gente de acción, y por eso pensé en tí y tus chicos.
- ¿Cuánto sería el golpe?
- El mayor de nuestras vidas, más de quinientos millones de dólares. ¿Qué me dices?
- Cuenta conmigo.