miércoles, 16 de octubre de 2013

Capítulo 7: Regreso a Fairmont

Johnny atravesaba el centro de Las Vegas a toda velocidad, el Viper derrapaba en cada esquina y emitía un sonido brutal. Puso rumbo hacia la entrada de la autopista interestatal. Vio por el retrovisor como un montón de coches patrulla intentaban darle caza. Esquivó un bloqueo ridículo hecho con vallas de emergencia, de plástico, que el Viper devoró como si de un pastel se tratara.
- ¡Johnny! Soy Kayden, ¿dónde estás?
- Voy por la interestatal, rumbo California ¡Hijos de puta!
Un coche patrulla trató de embestir a Johnny en ese momento, al esquivarlo dio un gran trompo, recuperó el control y siguió huyendo.
- Kayden ¿Annie está contigo?
- Sí.
- Dile que se ponga.
Unos crujidos se oyeron a través del auricular. 
- Johnny, ¿estás bien?
- Sí cariño, no te preocupes por nada...
- Ríndete, vas a matarte...
- No, dile a Kayden que prepare mi huída. Mi plan era llegar hasta California con el coche, pero no tengo tanta gasolina, tendré como mucho para seguir durante media hora.
- Perfecto, dice Kayden que en un rato vuelve a hablar, tiene miedo de que rastreen la llamada.
Johnny siguió acelerando aquel deportivo amarillo a toda velocidad, hasta que de pronto la voz de Kayden volvió a sonar.
- Johnny, ¿has llegado a la salida 25?
- No.
- Perfecto, sal ahí. A unas 13 millas está un pequeño desguace, ve hacia allí, procura que al llegar no te sigan. Nosotros llegaremos a buscarte tan pronto como podamos.
- Me perdieron el rumbo hace poco. Aprovecharé.
Johnny tomó la salida, miró si algún coche lo seguía, estaba sólo en la carretera, sólo veía coches de particulares, de todos modos, sería mejor levantar el pie derecho. Tomó la salida, que acababa en un pueblo. El tráfico estaba formado mayormente por camionetas, entre las cuales, el Viper podía quedar oculto a la vista debido a su escasa altura. Eso sí, su color amarillo lo delataba. Recorrió unas millas por la única calle que veía, un cartel le avisó que el desguace estaba cercano, tomó es dirección, a los pocos segundos ya había entrado en aquel lugar. Un hombre gordo, de mono, parecía que estaba esperándole.
- ¿Eres Johnny?
- Sí.
- Deja el coche un poco más adelante, al lado de esa grúa.
Johnny obedeció, apagó el motor y se bajó del Viper. El hombre se acercó a él.
- Dice Kayden que te esperan en el aeródromo. Está a unas veinte millas. Toma estas llaves, son de ese coche.
El hombre le señaló una vieja camioneta Ford F-150. Johnny se acercó a ella, la abrió y la arrancó. Antes de irse habló con aquel hombre.
- ¿Qué pasará con el Viper?
- Espera unos segundos.
El hombre hizo un gesto al operario de la grúa, que movió la pinza metálica hacia donde estaba el Viper. Al presionarlo, los cristales estallaron. Levantó aquél coche y lo dejó caer sobre una enorme prensa hidráulica. Johnny se entristeció un poco al ver el final del coche que le salvó la vida. Arrancó aquella vieja furgoneta y puso rumbo al aeródromo.
Comparada con el coche que le permitió huir, aquello era un montón de pesado metal, pero bueno, ahora pasaría desapercibido. Tras conducir varios minutos, Johnny tomó el desvío de cara al aeródromo.
Al llegar allí, Ritchie y Jack salieron apuntando con las armas, al ver que era Johnny, las bajaron.
- Tranquilos, soy yo.
- Joder, oímos ruido y pensamos que era la policía. 
- ¿Dónde está Annie?
- Ya está dentro del avión. Sube rápido, hay que irse.
- No problemo.
Johnny subió rápidamente al avión. Cerca de la puerta estaba Annie, que se lanzó a los brazos de Johnny.
- ¡Por fin! Estaba muy nerviosa... Menos mal.
- Tranquila, ya estoy aquí.
Kayden irrumpió en la escena. Su rostro recobró la tranquilidad al ver a Johnny.
- Si ya estáis todos es hora de irse.
- Perfecto -dijo Johnny-.
- Buen trabajo chicos. Ha salido todo casi perfecto. Una pena que te hubiesen pillado Johnny, al menos pudiste escapar...
- Sí, bueno, sentémonos. Es hora de irse.
Todos se sentaron. Al despegar, Johnny miró hacia el suelo, no podría volver a Nevada durante mucho tiempo. Annie lo había abrazado, como si tuviese miedo de que él se marchase. Había pasado tanto miedo durante la persecución que llego a durar no volver a verlo nunca más. Sus mentes sólo pensaban en una cosa, volver a Fairmont.
Unas pocas horas de vuelo y ya estaban viendo el mismo aeródromo que los había visto salir de Fairmont. Allí ya estaban esperando los hombres de Kayden. Al bajarse del avión, todos se reunieron alrededor de Kayden, ella empezó a hablar.
- Gracias por vuestro trabajo, de veras. He organizado una fiesta para este sábado, en Los Ángeles, en mi casa. Por favor, venid. 
- Vale, ¿cómo hacemos con el dinero?
- En eso estaba. Os lo daré en la fiesta.
- Ya, pero habrá que blanquearlo...
- No te rayes por eso -dijo Ritchie- ese es mi trabajo.
- Chicos -dijo Kayden- de eso me encargo yo, cuando os lo entregue, estará limpio. Venid el sábado a la tarde. 
- Perfecto, confiamos en tí.
Kayden asintió y empezó a caminar, de pronto se detuvo y volvió sobre sus pasos. Se acercó a Annie.
- Annie, ha sido un placer haberte conocido, perdona que hayas sufrido tanto por Johnny, ha sido culpa mía.
Se despidió de ella dándole un largo abrazo y un beso. Annie había comprendido su error, al final Kayden no era más que una amistad de Johnny. Kayden caminó hacia la limousina, que estaba aparcada junto al avión.
Antes de subirse a ella, volvió a hablar a los Spartans.
- Chicos, este sábado en mi casa, no faltéis.
- Allí estaremos.
El regreso a la sede de los Spartans fue épico. Los recibieron como si de estrellas de rock se tratase, todos los prospect y miembros que se quedaron en Fairmont los felicitaban y preguntaban detalles sobre la operación. Si habían sido capaces de saquear y tirar abajo un casino, serían capaces de todo. Las cervezas y demás alcoholes empezaron a animar a los Spartans, una buena fiesta de bienvenida.
Al atardecer, Johnny tuvo un momento en el que necesitó estar sólo. Caminó hacia Staunton beach, una caminata de casi media hora. Bajó las escaleras de madera y se sentó cerca de unas rocas. A lo lejos podía oír voces de mujer, seguramente algunas chicas jugando al voleibol. Metió sus manos en la arena mientras contemplaba el mar, empezó a sentirse pequeño. El ruido de una moto sacó a Johnny de sus pensamientos, se giró y vio a Annie bajando por las escaleras, caminó hacia Johnny y se sentó a su lado, con las rodillas flexionadas, cerca del pecho.
- ¿Annie, quien te ha traído?
- He pillado tu moto, ¿no te importa, no?
- Si fuese otra persona te hubiera matado. La moto de un Spartan no se toca. Me encanta que andes en ella.
- ¿Qué haces aquí?
- Nada, quería despejarme un rato.
Johnny miró a los ojos a Annie, ella tenía los brazos cruzados sobre sus rodillas, el sol hacía brillar su pelo. De pronto una mariposa se posó en el antebrazo de ella. Era de muchos colores, por un momento, Johnny se enterneció viendo aquella imagen. La mariposa extendió sus alas y echó a volar.
- Johnny, pareces triste, ¿Qué te pasa?
- Nada, tengo una sensación incómoda, como si fuese a pasar algo malo...
- No te preocupes.
Decidieron marcharse de la playa. 
Los días fueron pasando sin apenas novedades, hasta que llegó el sábado. Los Spartans tenían la fiesta de Kayden.
Llegaron a la hora señalada a la mansión de los D'Amico. La propia Kayden salió a recibirlos. Buena comida, buena música, mucha gente, una gran fiesta. Jack apareció de entre la gente, Johnny estaba con Annie.
- Perdona Johnny, ¿dónde están Ritchie y Kayden?
- Ni idea, tenemos que hablar con ella.
Ellos entraron en la mansión esquivando a los asistentes de la fiesta. Johnny conocía bien aquella casa, subieron las escalinatas que les llevarían al primer piso. Johnny sabía que la habitación de Kayden era la primera puerta a la izquierda. Ambos se quedaron parados, de la habitación se oían unos gemidos, estaba claro que estaba follando con alguien. Tanto Johnny como Jack cortaron sus risas y se apoyaron sobre la pared opuesta a la puerta. pasado un rato Kayden salió de la habitación con el pelo alborotado e intentando recomponer su vestido. 
- ¿Qué... hacéis aquí?
- Sólo queríamos hablar contigo, pero vimos que estabas ocupada y estábamos esperando a que acabarais.
Ritchie salía de la habitación cerrando la cremallera de sus vaqueros.
- Bueno -dijo Johnny- ahora que ya estamos todos, tenemos que hablar de negocios.
- Perfecto, entrad en mi despacho -dijo Kayden-.
Entraron en una habitación al fondo del pasillo, era un gran despacho. Kayden separó una de las estanterías, que se abrió como si fuera una puerta falsa. Allí había una pequeña cámara acorazada que se abrió con identificación ocular y digital. El dinero del casino Milano aún estaba en las mismas bolsas.
- Sé que cada bolsa tiene unos diez millones de dólares. Hay 65 bolsas, así que hay 650 millones de dólares, cien más de los esperado. Enhorabuena. Vosotros hicisteis el grueso de la operación, así que os corresponde el sesenta por ciento, así que os tenéis que repartir cuatrocientos y pico. ¿Alguna queja?
- No -dijeron los tres al unísono-.
- A mí, los Farnelli me robaron 32 millones de dólares. Con lo que me quedo, me doy por satisfecha, mi negocio ha aumentado gracias a vosotros, os lo recompensaré aún más.
- Tranquila, siempre que nos necesites, aquí estaremos.
- Bajemos a la fiesta.
La fiesta duró hasta cerca del amanecer. Johnny y Annie estaban dormidos cuando el teléfono de Johnny empezó a sonar.
- ¿Sí?
- Johnny, soy Sam. Los Aces han matado a Tommy.
- ¿Qué? ¡Hijos de puta!
Johnny despertó a todos los Spartans, que salieron de Los Ángeles de regreso a Fairmont.
Al llegar a su bar, Sam había organizado todo, su costumbre era velar el cadáver de un miembro del grupo en la sede del MC. Allí estaba ya la viuda con sus hijos. Johnny se acercó a ellos, se agachó y habló con la niña.
- Hola  preciosa, ¿cómo te llamas?
- Me llamo Amy, tengo cinco años, soy una princesa, ¿sabes?
Johnny acarició tiernamiente la cabeza de la niña, sonrió.
- ¡Ah! Vale Alteza, tendrás que ser muy buena chica.
La niña asintió, Johnny se acercó al hijo mayor de Tommy.
- ¿Cómo te llamas campeón?
- Tommy.
- Ahora serás el hombre de la casa, cuida mucho de tu madre y de tu hermana. Si necesitas algo, aquí estaré para ayudarte.
Johnny le dio la mano al chico. La viuda de Tommy no dejaba de llorar. Johnny se acercó y le dio un abrazo.
- Emma, no te preocupes por nada, su entierro lo pagará el club. Lo siento mucho...
- Eso me da igual, he perdido a Tommy, no fue tu culpa, él era un Spartan, yo sabía que le podía pasar algo así...
- Deja de pensar en eso, no es el mejor momento pero, él tenía un seguro de vida, te pertenecen doscientos mil dólares. Mañana los ingresaré en vuestra cuenta. Cualquier cosa que necesitéis, aquí estoy.
- Gracias.
Johnny se pasó todo el día en el velatorio. Sam le contó que estaban siguiendo a Sterling, cuando dos Aces les dispararon por detrás, mataron a Tommy, pero Sam les disparó, matando a uno de ellos.
Al día siguiente, la comitiva fúnebre salió desde la sede de los Spartans, el coche fúnebre iba seguido de las motos de los Spartans, con Johnny al frente. Todos los miembros llevaban una cinta negra colocada en su brazo. Mientras la tierra acogía el frío cuerpo de Tommy, Johnny se juró a sí mismo que no caería ningún otro Spartan, y por primera vez, Annie vio como de los ojos de Johnny caían lágrimas de dolor.


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