martes, 10 de septiembre de 2013

Capítulo 1: La veda queda abierta

El hombre llegó con su Harley-Davidson al aparcamiento del hotel que le habían indicado. Tal y como le habían dicho el coche de la persona a quien buscaba estaba allí.
Se bajó de la moto y caminó con paso decidido y firme hacia aquel BMW Serie 5, tomó el martillo con fuerza y propinó un fuerte golpe a la luna delantera, rompiéndola. Tras eso siguió con el resto de lunas del coche, para después pasar a la carrocería. Cuando se hartó de propinar golpes, sacó de un bolsillo una pequeña bolsa hermética, dentro contenía un paño empapado en gasolina, abrió la tapa del depósito del carburante y, con un mechero tipo zippo en la mano, prendió fuego al paño.
Mientras las llamas empezaban a devorar con ira aquel coche, el hombre, que era joven, se alejó del coche dirigiéndose hacia una persona que corría, gritando, en dirección al BMW en llamas, debía ser su dueño. Cuando estaban a la misma altura, el joven que había incendiado el coche agarró al hombre que corría con fuerza, tirándolo al suelo y, una vez lo redujo, le habló con voz intimidante.
- ¿Conoces a Jack Turner?
- ¡Mi coche! ¡Mi coche!
- Sólo lo repetiré esta vez, ¿conoces a Jack Turner?
- Sí, lo juzgan mañana...
- Pues recuerda que al lado de su nombre va la palabra "inocente".
- Yo...
- Eres miembro del jurado, como lo condenen, te mataré.
Tras decir eso, el joven propinó un fuerte golpe al dueño del coche en llamas, se montó en su moto y dejó el lugar del crimen envuelto por el fuerte ruido de su Harley. Tomó el cruce de la avenida Lincoln hacia la calle 23, parando en un restaurante que conocía muy bien, el LeRoy's Diner. Aparcó su moto y entró en el establecimiento.
- Buenas noches Johnny, ¿qué tomas hoy para cenar?
- Buenas noches señora Roberts, póngame un bocadillo de cornbeef  con pastrami para llevar, hoy ceno en casa.
- Vale, te lo pongo ahora. Deberías cenar como Dios manda, te estás quedando en los huesos...
- No se preocupe por mí, estoy bien. ¿Las chicas ya han salido?
- Beth hace rato que se fue, Annie todavía se está cambiando, hoy han trabajado duro. Si apuras aún puedes saludarla en la puerta de atrás.
Mientras la señora Roberts pronunciaba esta frase, Annie, la joven camarera, salía por la puerta trasera hacia el callejón que la llevaría a la calle Globe. Tan pronto como cerró la puerta, un empujón la derribó contra la alambrada del fondo.
- Dame lo que lleves encima, ¡ya!
- No tengo más que veinte dólares, toma, no me hagas daño, por favor.
- Bueno... tendré que conformarme con algo mas -dijo el atracador mientras la volvía a empujar-
En aquel momento Annie empezó a temer por su vida, sabía que iban a violarla, no podía defenderse, pero intuía que la atacarían hasta la muerte. Allí, nadie podría defenderla.
Todo parecía perdido hasta que vio como una mano tocaba el hombro de la persona que quería violarla, acto seguido, esa misma mano daba un puñetazo en la mandíbula del atacante de Annie.
Aquel defensor atacó con furia a aquel yonki que pretendía violar a Annie, tras golpearlo a puñetazos, le cogió la cabeza y le dio un fuerte rodillazo. El agresor cayó inconsciente al suelo. El defensor de Annie cogió aquel cuerpo inerte y lo arrastró hasta un contenedor de basura, abrió la tapa y arrojó dentro el cuerpo. Se giró y caminó hacia Annie, que paralizada por el miedo, resbaló por la alambrada. Intentaba mirar al hombre que la defendió. Era alto, musculoso, vestía unas zapatillas Converse negras, un pantalón vaquero con rotos en las rodillas, una camiseta del grupo de heavy metal Iron Maiden y un chaleco de cuero negro. En ese momento empezó a tener aún más miedo, temía que él fuera a atacarla. Las lágrimas le impedían ver bien el rostro de su defensor, que se había agachado. En ese momento Annie vio que aquel chico llevaba unas gafas de sol colgadas del cuello de la camiseta. Miró a sus zapatillas, tenían serigrafiadas unas llamas de fuego. El chico la miró y le habló con dulzura.
- Annie, ¿estás bien? ¿Te ha hecho daño?
Aún presa de los nervios, ella alcanzó a contestar unas palabras balbuceantes.
- John.... Johnny... ¿eres tú?
- Sí, soy yo -dijo, mientras abrazaba a Annie para tranquilizarla-, no tienes nada que temer.
- Llévame dentro, por favor.
Al ver que Johnny volvía entrar al restaurante con Annie, los señores Roberts, los dueños del restaurante, se alarmaron, aunque sabían que pasase lo que pasase, Annie estaría protegida por Johnny.
Johnny era lider de un Moto Club local, los Spartans MC, fundado por su padre en 1970, año que regresó de Vietnam. El MC tomó el nombre del batallón de artillería del cuerpo de Marines en el que había servido y pronto empezó a meterse en líos con la ley, el padre de Johnny, el primer presidente del MC, estuvo mucho tiempo en la cárcel, hasta poco antes de su muerte. A Johnny lo criaron los señores Roberts, LeRoy y Faye. Johnny fue un adolescente problemático, su madre murió cuando él tenía tres años, fue carne de reformatorio y de correcional. Asumió desde muy joven que su destino sería seguir los pasos de su padre, ser presidente del MC.
Mientras Annie tomaba una infusión que la señora Roberts había preparado para tranquilizarla, Johnny no dejaba de mirarla. El padre de Annie había sido miembro del MC, tras entrar el padre de Johnny en la cárcel, fue el presidente. Cuando el cáncer estaba acabndo con su vida, le hizo prometer a Johnny que cuidaría de su hija, y para Johnny una promesa era algo sagrado. A pesar de estar pálida y con gesto desencajado, Annie era preciosa a los ojos de Johnny. Aquella melena lisa de color castaño claro, una sonrisa perfecta y eterna, una bondad y dulzura desentregadas, una chica perfecta.
- Annie, mañana no vengas a trabaja, espera un poco, cuando acabemos de cerrar, que te acompañe LeRoy a casa.
- Tranquila señora Roberts, la llevo yo en la moto. ¿Qué dices, Annie?
Ella asintió. La señora Roberts trataba a sus empleadas como si fuesen las hijas que nunca tuvo, se quedó muy tranquila al saber que volvería a casa acompañada por Johnny, sabía que él la defendería aunque fuese lo último que hiciera. 
Una vez Annie se había tranquilizado siguió a Johnny hasta su moto, se ofreció para agarrarle la bolsa de papel en la que llevaba su bocadillo. Durante unos instantes, ella se quedó fascinada por la Harley de Johnny. 

El negro brillante reflejaba la luz de las farolas, la mezcla de negro y metal cromado le parecía muy atractiva, los manillares altos eran espectaculares. Miró la aerografía del tanque de gasolina, ponía "Darkness weapon". Se sentó en la moto, rodeó con su brazos a Johnny, abrazándolo bajo las axilas. Él accionó la palanca de arranque de la moto, engranó primera y puso rumbo hacia la casa de Annie acompañado por el sonido de aquel bicilíndrico en V de 96 pulgadas cúbicas. Sentir el aire acariciando su cara y ondeando su melena ayudó a tranquilizar un poco más a Annie. Pocos minutos después, Johnny llegaba a la casa de los Williams, la casa donde Annie vivía con su madre.
- Gracias por traerme Johnny. Y por salvarme la vida.
- De nada. Mañana te llamaré, para saber si estás mejor.
- Gracias, no te preocupes por mí.
Tras decir eso, ella se acercó a Johnny y le dio un beso en la mejilla, Johnny volvió a meter primera y puso rumbo a su casa. Al llegar, comió su bocadillo y antes de acostarse volvió a pensar en Annie.
A la mañana siguiente, Johnny se despertó sin apenas dormir. Se duchó y desayunó con rapidez, pasó brevemente por el taller que regentaba y puso rumbo hacia los juzagados.
Al llegar, entró en la sala donde juzgarían a Jack, el secretario del MC. Los miembros del jurado miraron a Johnny con temor, a todos los había amenazado. Aquellos acto de coacción habían dado resultado, Jack fue declarado inocente.
El fiscal era Marcus Steinberg, al acabar el juicio se acercó a Johnny.
- ¡Vaya! Con los Spartans hemos topado...
- ¿Algún problema?
- Sé que has comprado al jurado.
- Pruébelo. 
Tras espetar esto al fiscal, Johnny le dio la espalda para ir a saludar a su mejor amigo, recién liberado.
Aquella misma tarde Johnny llegó al solitario aparcamiento de Staunton Beach, allí había un hombre de unos sesenta años esperándolo. 
- Sheriff Blackwell, ¿cómo le va?
- Bien Johnny, supongo que ya sabes por qué te llamé.
- Me lo imagino...
- Este mes me jubilo y ya está nombrado mi sustituto.
- ¿Quién es?
- Es la teniente Dawn Faulkner. No te preocupes por nada, he estado formándola, tiene intención de dejar la situación con vosotros tal y como estuvo hasta ahora.
- Aún así, tengo mis dudas...
Johnny se fue de aquella reunión preocupado, la policía de Fairmont llevaba bastante años haciendo la vista gorda. Temía que la nueva sheriff no fuese tan fácil de comprar como lo había sido Blackwell.
Annie había ido a visitar a Johnny al bar que el MC regentaba, Sam, un prospect del MC al que se le encargaba regentar la barra atendió a Annie.
- Hola, ¿está Johnny?
- No, todavía no ha llegado, si quieres, puedes esperarlo aquí, ¿te pongo algo?
- No, bueno, traigo un par de tartas de manzana, son de la señora Roberts, esta es para todos vosotros, la otra es para Johnny, ayer me defendió, quiero agradecérselo de alguna manera.
- Uhmm, esas tartas son deliciosas, gracias. Espera por Johnny, debe estar a punto de llegar. En ese justo momento, Johnny cruzaba la puerta del bar.
- Hola Johnny, vengo a darte esto.
- Muchas gracias, no tenías que haber traído nada.
Annie desplazó su vista por las paredes del bar, viendo el escudo del MC, un casco espartano sobre dos lanzas cruzadas en forma de X. había también cientos de fotos, en casi todas salían Johnny y Jack, era la inauguración de los diversos capítulos que el MC tenía repartidos por Estados Unidos y el mundo. Suecia, Noruega, Rusia, España, Reino Unido, Irlanda... cientos de destinos que a Annie le parecían interesantes o exóticos.
Entraron en el bar también Jack, secretario del MC, y Ritchie, el número tres de la banda. Entraban basten preocupados, Johnny se giró y al ver sus caras puso también un gesto extraño, Annie, contempló toda la escena.
- Bueno, tengo que irme Johnny. En otra ocasión te llamo y nos ponemos al día.
- Gracias por todo, Annie.
Ella se fue, al cerrar la puerta, se volvió para despedirse con la mano. Johnny observó su ropa, era una camisa azul claro y un short vaquero corto. Tenía unas piernas preciosas.
- Johnny, tenemos problemas serios -dijo Ritchie-.
- ¿De que hablas?
- Los Aces MC han vuelto.
- ¡Mierda! ¿Es que a esos tíos no les quedó claro el pacto que hicimos en Boston? Joder, a ellos les tocaba el norte de San Francisco, a los Steel Eagles Los Ángeles y la zona sur de California a nosotros el condado de Fairmont, que está entre ambas ciudades...
- Ya, empezamos a varias pintadas cerca de la interestatal.
- Ritchie, Jack, debemos estar muy atentos, de momento esperemos. Este fin de semana es el gran encuentro anual de Harley en Los Ángeles, nos reuniremos con ellos. Aparte, los Aces no son el capítulo fundador de la banda, no son quienes para invadir nuestro territorio, me parece una falta de respeto hacía mí. El presidente a nivel mundial de los Aces estará en el encuentro, le haré recordar el pacto aunque sea a ostias. No demos ningún aviso a nuestros capítulos internacionales ni a los de otros Estados.
- Está bien Johnny -dijo Ritchie-.
- No sé Johnny -apuntó Jack-, si tu lo dices, aceptaré tu orden, pero hay que estar en guardia.
- No os preocupeis, defenderé Fairmont aunque sea lo último que haga.
Los días fueron pasando hasta que llegó la hora del encuentro Harley, los Spartans amarraron sus equipajes a sus Harley y pusieron rumbo hacia Los Ángeles. 
Allí, el presidente de los Steel Eagles sería el árbitro de la controversia. Aunque los Spartans y los Steel Eagles eran bandas muy potentes y respetadas a nivel mundial, se respetaban mutuamente desde su fundación. Johnny era un líder muy respetado por el resto de bandas. Sabían que si aceptaba un pacto, lo cumpliría, pero si alguien violaba tal pacto y dañaba a los Spartans, Johnny Davenport sacaría toda su ira y tomaría una violenta represalia contra el infractor.
TJ, el líder de los Steel Eagles saludó a Johnny estrechándole la mano. Después llegó Kurt, presidente de los Aces. Johnny se puso tenso.
- Hicimos un pacto y lo habéis violado, ¡¿es qué en Nueva York no sabéis leer?! Vaya presidente eres, que no eres capaz de atar en corto a tus hombres...
- Johnny, hay algo que no sabes, el capítulo del norte de California es un capítulo renegado.
- ¿Qué?
- Ken y los suyos ya no son reconocidos por nosotros, siguen llevando los escudos, pero no son de los nuestros, se han independizado.
Tan pronto como acabó de hablar, apareció Ken, líder de los Aces de Fairmont. Entonces TJ intentó hacer entrar en razón a los grupos.
- Chicos, ¿estáis dispuestos a mantener el pacto?
- Yo sí -dijo Johnny-.
- Por supuesto -dijo Kurt-.
- Estoy dispuesto a olvidar todo esto si Ken deja de meterse en nuestro territorio, ya sé que los New York Aces, los líderes mundiales, no os reconocen, pero quiero saber si respetaréis el pacto que firmaron nuestros fundadores en el 71.
- Bien Ken, ¿qué opinas? ¿Mantenéis el pacto?
- Opino que los Spartans llevan muchos años dominando Fairmont, mas de cuarenta.
Johnny se acercó a Ken, y estirando su mano, empezó a hablar.
- ¿Mantendréis el pacto?
En ese momento Ken amagó estrechar la mano de Johnny, pero la retiró y le escupió a la cara.
- Esto es lo que opino del pacto, Davenport.
En ese momento, Johnny se enfureció, sacó de su bolsillo una navaja automática, accionó el botón para sacar la cuchilla fuera, entonces se abalanzó sobre Ken, haciendo un largo corte vertical a su cara, marcándolo como si fuese una res.
- ¡La veda queda abierta Spartans! ¡Eliminad a cualquier Ace de San Francisco que veáis en Fairmont! A cualquier otro Ace, respetadlo.
Johnny dijo esto mientras Ken se retorcía de dolor, sabía que Ken intentaría por todos sus medios conquistar Fairmont, algo que sólo conseguiría pasando por encima del cadáver de Johnny Davenport. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario